jueves, 28 de febrero de 2008

Scottsdale, Arizona

Son las cuatro de la mañana, hora española, aunque mi reloj biológico anda un poco atrasado aún. Dentro de tres y horas y media aterrizaré en Madrid sin haber descansado gran cosa, así que mañana va a trabajar Rita, porque un servidor se quedará dormido en la oficina. Lo siento, Rita, te ha tocado.

Acababa de conciliar el sueño, pero la pareja que llevo detrás de mí me ha despertado. Por lo que he podido deducir, él ha tirado su copa de vino sobre ella. Escasos reproches, sonidos de falda empapada y olor a cristales rotos (o era al revés) Suspiros, un estornudo y silencio de nuevo.

El piloto, aburrido, nos lleva por caminos sin asfaltar, en una montaña rusa de turbulencias. Que digo yo, ¿cómo piensa acertar con Madrid? con lo oscuro que está esto. El Atlántico, a no se cuántos miles de pies por debajo de nuestra panza repleta de cena apresurada y vino tinto, no se distingue entre tanta negrura. ¿Cómo encontraremos Europa, que está mucho más lejos? La Tierra gira pa cá, así que malo será que no demos con casa.

En el asiento de al lado llevo a un americano simpático que porta una naranja. Que digo yo que llevar una naranja a España es como ir con hielo a la Antártida, pero él sabrá lo que hace. Se ha tomado ya cuatro vasos de zumo, y el azafato, en un intento desesperado por evitarse más paseos, ha terminado por traerle un tretrabrick de Don Simón bien lleno. Para que luego digan que los norteamericanos son difíciles de contentar.

De la semanita no les hablo, ya verán un par de fotos cuando las descargue, porque a razón de siete reuniones diarias, más desayuno, comida y cena, comprenderán que no haya hecho nada interesante. Beber mucha agua con hielo junto a la piscina del hotel, hablar del mercado y perder el tiempo, que es para lo que sirven estas reuniones en medio del desierto. Los que vestimos habitualmente de traje vamos de sport y el resto con chaqueta, pero sin corbata, que en USA no se usa.





Al menos la cena de ¿ayer? – la última cena en cualquier caso, solo que sin Judas – es de las que te reconcilian con el mundo. En una hacienda a un lado de la carretera pero sin ruido de tráfico, en un patio adornado con un par de fuentes, palmeras importadas del norte de África y soportales con los escudos de las provincias españolas, damos cuenta de tres botellas de champagne mientras nos preparan la mesa. Que nadie se asuste, que éramos siete.

Una mesa muy internacional, de las que me gustan a mí, y que parece de chiste; con una peruana y una mexicana, chilanga ella; escoltadas por un turco y un alemán, a los que acompañan un canadiense y dos españoles como extremos. Pensarán que son pocas mujeres y estoy de acuerdo, pero en un mundo tan machista como el mío, conseguir una mujer en la mesa es un triunfo; dos, un milagro.

La camarera, con zapatos elegantes de tacón alto, vestida mejor que muchas clientes en los restaurantes de Europa, nos atiende con un acento exquisito, pero la delatan esas manos que se le escapan de vez en cuando hacia el brazo del turco. No lo toques, niña, no lo toques, que hace feo. La comida, muy normalita, pero es que estamos en los EEUU. Cuando preguntamos si el cerdo de la carta era negro, un camarero muy serio nos dijo que en todo caso, sería afroamericano.

En fin, estoy aquí porque he llegado.

jueves, 21 de febrero de 2008

Chicago

No os voy a hablar del musical del mismo nombre, que me gustó mucho, ni de la película, que sin estar mal me gustó algo menos. Es que me voy de viaje. A Chicago, pensarán los más avispados. Bueno, no exactamente. Además, no se apresuren con las felicitaciones, que se trata de un viaje de trabajo y no es lo mismo. Me voy a Phoenix, haciendo escala en la tercera ciudad más grande de Estados Unidos. Miedo me da.

El año pasado, en un viaje similar a este, pero con destino California tuve la suerte de quedarme atascado en Chicago durante un fin de semana, por culpa de una tormenta de nieve. Espero que la historia no se repita.

El Chicago que no pude ver.

La foto la tomé de:
http://images.google.es/imgres?imgurl=http://www.ronsaari.com/stockImages/chicago/chicagoSkyline.jpg&imgrefurl=http://www.ronsaari.com/stockImages/chicago/chicagoSkyline.php&h=600&w=789&sz=46&hl=es&start=16&um=1&tbnid=YTyds-52BQoW8M:&tbnh=109&tbnw=143&prev=/images%3Fq%3Dchicago%2Bskyline%26um%3D1%26hl%3Des%26safe%3Dactive


Después de varias horas de retraso, y tras permanecer dentro del avión otra horita de propina, nuestros amigos de American Airlines nos informaron de que el vuelo quedaba cancelado y de que todos los hoteles de Chicago estaban llenos. Fueron tan amables que dispusieron 200 hamacas en el aeropuerto para los miles de pasajeros que se habían ido quedando colgados a lo largo del día. Eran las diez de la noche y había perdido la cuenta de las horas que llevaba viajando.

Íbamos vestidos con ropa ligera, ya que nuestro destino final era California; pero está nevando y la gente lleva más de dos horas haciendo cola en la calle para coger un taxi. Por algo la llaman la ciudad del viento. Moraleja: si haces escala, ve siempre preparado para lo peor.

Regresé al avión para pedir unas mantas y afortunadamente el piloto, mucho más simpático que las azafatas, me dio un par de ellas. El servicio de atención al cliente de Iberia (un aplauso para ellos, que se portaron como jabatos) nos encontró un hotel a 30 quilómetros del aeropuerto. Si no es por ellos habríamos dormido entre mostradores de facturación. Sólo quedaba que resolver el pequeño problema del desplazamiento. La cola de los taxis quedaba descartada por razones obvias.

Nos lanzamos a la zona de las limusinas, con la intención de robar una si hacía falta. Al final no fue necesario, porque conseguimos que una compañía de taxis nos recogiese. Eso sí, en otra parte del aeropuerto para evitar altercados.

Un senegalés muy simpático nos llevó dando bandazos por carreteras llenas de nieve (¿nieva en Senegal alguna vez?) y después de 50 minutos llegamos a un hotelucho que no tenía ni restaurante. La elección entre una máquina expendedora de sopa en tetra-bricks o un telepizza se resolvió en un momento. No hay nada como esas cenas llenas de glamour en las que paga la empresa, ¿verdad?

A la mañana siguiente nos fuimos a un “mall” que había por allí cerca, de compras y al cine: American Grace. Ya les contaré la película otro día con más calma. También conseguí terminarme el libro de Shogun (para este año me llevo dos igual de gordos)

Al final, con un poco de buena voluntad, un amigo, unas cervezas, un libro y un cine, se pueden hacer maravillas.

Si ven que no doy señales de vida dentro de unos días, por favor, vengan a rescatarme.

jueves, 14 de febrero de 2008

Una de cal y otra de arena

Premios

Tengo un premio pendiente desde hace unos días, concedido por
DaLis, que es una venezolana estupenda a la que debéis conocer lo antes posible. Derrocha cariño e imaginación a raudales y tiene además otro blog (pinchar aquí) en el que nos muestra sus creaciones de bisutería. Muchas gracias, DaLis, por acordarte de mí.


Como ya comenté en mi última entrada dedicada a premios, no voy a nominar a nadie en concreto, sino que lo paso a quien quiera cogerlo libremente. Confío en que nadie se moleste, pero es que estamos llegando a una espiral que amenaza con tragarnos.

Espero poder transmitir con mis comentarios el aprecio genuino que siento por vosotros al igual que vuestras visitas y opiniones me animan a continuar. Insisto: sois los mejores.





Cadenas

Hoy toca también una de arena. A ver cómo lo pongo para que nadie se sienta ofendido, que no es mi intención molestar, y mucho menos a aquellos que tienen buenas intenciones.

Hace algún tiempo recibí un correo electrónico de un conocido. No me saluda ni me pregunta qué tal estoy, porque en realidad en ese momento, no le importa si sigo vivo o no. Lo único que le preocupa es enviar el email a varias personas. Cuantas más, mejor.


La foto la tomé de: http://www.lifehack.org/articles/tag/lifehack




Asunto: Ericsson regala portátiles.

Se supone que si reenvías este correo a una dirección, supuestamente de Ericsson y a otros ocho conocidos, recibes en tu casa, en aproximadamente dos semanas, un teléfono móvil. Si lo reenvías a más de veinte recibirás un modelo superior.

Este conocido, que hasta tiene carrera universitaria, ha optado por poner todas las direcciones de correo bien visibles, incluyendo la mía, junto con la dirección de su apartamento y su número de móvil. Será por si el mensajero tiene problemas para encontrarle.

Luego nos quejamos de que recibimos correos basura. ¿De verdad podemos creernos que alguien nos va a regalar un móvil por reenviar un email a veinte personas? ¿No será más bien que ese alguien está recopilando una magnífica base de datos? Por cierto, mi enhorabuena a quien inventó esta cadena, ha conseguido que la gente le mande los correos y sólo tiene que pasar a recogerlos.

Es como esas cadenas en las que tenemos que reenviar “Power Points” para conseguir la tan anhelada felicidad. Pensamos que no nos cuesta ningún trabajo, que es fácil y no tenemos nada que perder. Además, están llenas de buenos pensamientos y fotos bonitas. ¿Quién se toma la molestia de ocultar las direcciones? Nadie.

Sé que la gente los envía con cariño, que les guía la mejor intención del mundo. Por favor, dense cuenta de que antes o después, esos correos, con todas esas direcciones, caen en manos de personas que no nos quieren tanto y que sólo buscan su beneficio. También incluyo aquí los falsos avisos de virus. Que sí, que son falsos, que esos virus tan destructivos no existen, de verdad de la buena.

Cada uno es libre de dar su dirección a quien quiera. Pero por favor, que no me copie a mí, que no dé mi dirección a personas desconocidas.

Por cierto, si hacen algún comentario (agradable) a esta entrada, les prometo que serán muy felices durante dos días seguidos. Mi tía Luisa me dijo que le había gustado mucho y le ha tocado la lotería tres veces sin comprar un décimo. En cambio, mi primo Alberto, que no me ha comentado nunca, lleva un mes sin salir de casa porque se rompió las dos piernas. Vosotros veréis...

viernes, 8 de febrero de 2008

El problema de la longitud III

Recomiendo leer antes la II, aunque no es imprescindible para seguir el relato.

En la primera entrada expuse cuál era el problema: conocer la situación exacta del barco, con el fin de saber hacia dónde dirigirse y evitar accidentes. El Parlamento Británico designó un comité compuesto por científicos y marinos para que juzgaran las diferentes propuestas. Este comité podía financiar aquellas que les parecieran más adecuadas, pero el máximo error permitido para entregar las 20.000 libras del premio era de medio grado (recordemos que la Tierra, como cualquier circunferencia, tiene 360º).

Podéis imaginar que en cuanto se corrió la voz sobre el premio prometido, se produjo un aluvión de posibles soluciones, cada cual más peregrina. De todas ellas sólo dos eran factibles.

Por un lado, los astrónomos pensaban que la respuesta estaba en los cielos. No en vano habían guiado a los marineros durante siglos, solo que ahora no se trataba del Mediterráneo, sino de mar abierto. El cielo a menudo estaba cubierto por nubes y en algunas latitudes casi no había noche durante gran parte del año. El movimiento de la luna, que avanza más o menos su diámetro cada hora, no era lo suficientemente conocido, y las fases de las lunas de Júpiter, a pesar de que se estudiaron durante años, no eran regulares.

La otra opción consistía en averiguar la hora local en barco, por la posición del sol, y compararla con la hora local en algún lugar cuya longitud fuese conocida, por ejemplo Greenwich o el puerto desde el que se había zarpado. Este método era más fácil, pero no existían relojes lo suficientemente precisos. Como las reglas del premio permitían un margen de error de medio grado, tenemos que:

360 grados / 24 horas = 15 grados por cada hora de diferencia.
1 hora = 60 minutos
0,5 grados = 2 minutos

Para ganar el premio hacía falta construir un reloj que no ganara o perdiese más de dos minutos en una travesía que podía durar meses. Aquí es donde retomamos a John Harrison (ver entrada inmediatamente anterior). Mientras los astrónomos buscaban la forma de hacer un mapa detallado de los astros, nuestro relojero trabajaba en un cronómetro de gran precisión.

La tarea no era pequeña. Los relojes necesitaban lubricante, pero los cambios de temperatura podían alterar la consistencia del aceite utilizado, haciéndole ganar o perder minutos vitales. Harrison se las ingenió para utilizar una madera que generaba su propio aceite, eliminando así el problema.

Pero eso no es todo, los péndulos no funcionaban bien en el mar, donde el movimiento de las olas es constante. Así mismo, las condiciones de humedad y temperatura afectan a los metales y a las maderas, haciendo que estos se expandan o contraigan. Es fascinante comprobar cómo nuestro hombre fue probando diferentes combinaciones de metales, cada uno en la proporción correcta, de forma que la expansión de uno compensara la contracción de otro.

Después de cinco años consiguió construir su primer cronómetro, llamado H-1.


La foto la he tomado de:
http://images.google.es/imgres?imgurl=http://www.solarnavigator.net/images/h1.JPG&imgrefurl=http://www.solarnavigator.net/history/john_harrison.htm&h=706&w=739&sz=24&hl=es&start=3&um=1&tbnid=DoWX7qV2gMe92M:&tbnh=135&tbnw=141&prev=/images%3Fq%3Dh1%252Bharrison%26um%3D1%26hl%3Des%26sa%3DN



El H-1 aún funciona, y se puede ver en el Museo Marítimo de Greenwich.

Había llegado el momento de ponerlo a prueba. Un viaje a Lisboa demostró que el reloj era perfectamente fiable y que podía corregir los errores de cálculo que se producían utilizando otros métodos. Harrison regresó como un héroe, y podía haber ganado las 20.000 libras, pero era demasiado perfeccionista. Fue él mismo quien apuntó ante la comisión las cosas que necesitaba mejorar y pidió más tiempo para seguir desarrollando su proyecto.

James Cook y el capitán de la Bounty llevaron desde entonces sendas copias de este cronómetro en sus expediciones. Sus andanzas son muy interesantes, pero ya me estoy extendiendo más de lo que debiera.

Al H-1 le siguió un H-2 que nunca fue probado en el mar, y después un H-3, al que Harrison dedicaría veinte años. Para entonces, los astrónomos habían ganado demasiado poder dentro de la comisión, y Harrison vio con estupefacción cómo las reglas iniciales del premio eran cambiadas. No bastaba ahora con que construyera el reloj, sino que tenía que explicar cómo lo había hecho y construir varias réplicas que deberían ser entregadas a la marina, con lo que sus secretos peligraban. El premio seguía sin adjudicarse.

Después de años y años de continuas disputas consiguió terminar su último cronómetro en 1759, el H-4. La comisión se negó a creer que un reloj de apariencia tan simple pudiera ser más fiable que miles de datos astronómicos acumulados durante años. No olvidemos que Harrison no tenía estudios, mientras que sus rivales eran reputados científicos.




La imagen la he tomado de:
http://images.google.es/imgres?imgurl=http://www.historiasdelaciencia.com/wp-content/uploads/2005/04/h4.jpg&imgrefurl=http://www.historiasdelaciencia.com/%3Fp%3D58&h=373&w=323&sz=18&hl=es&start=9&um=1&tbnid=b_3_IQikMQmocM:&tbnh=122&tbnw=106&prev=/images%3Fq%3Dh2%252Bharrison%26um%3D1%26hl%3Des



El H-4 perdió apenas cinco segundos en un viaje de casi tres meses, algo nunca visto antes. Pero no fue suficiente. De hecho, se decidió que tendría que ser sometido a una nueva travesía a la que siguieron meses de continuas deliberaciones.

Pero lo peor estaba por llegar. La comisión determinó que el reloj se quedaría en Londres bajo la supervisión de Nevil Maskelyne, el principal competidor de Harrison y su mayor enemigo. Maskelyne tenía que darle cuerda y tomar nota de su exactitud durante varias semanas que se convirtieron en meses. Se sospecha que el astrónomo sometió al reloj a un trato inadecuado, aunque no se pudo probar que lo hiciera a propósito.

Harrison, al borde de la desesperación, escribió al rey Jorge III, quien tomó cartas en el asunto. El rey recibió una copia intacta del H-4 y se comprometió a guardarlo en una caja hermética junto a otros de sus tesoros. El reloj sólo se sacaría para darle cuerda.

Harrison estaba feliz. Por fin alguien imparcial examinaría su creación. No obstante, el reloj comenzó a comportarse de forma errática, ganando y perdiendo minutos como ninguno de sus precedentes lo había hecho. Una noche, el rey recordó que había guardado unas cuantas piedras de magnetita junto a la caja del reloj y fue él mismo a quitarlas. Desde entonces el cronómetro se comportó con una precisión extraordinaria.

John Harrison recibió la parte del premio que le quedaba – le habían adelantado pequeñas cantidades como financiación – en el año 1773. Tenía por aquel entonces 80 años y le restaban otros tres para disfrutar de su bien ganado premio.

El problema de la longitud II

Raquel me preguntaba en los comentarios por qué había elegido esta historia. Por desgracia no hay ningún motivo inconfesable ni extraño – eso lo haría mucho más interesante – antes bien, me temo que mis motivaciones son de lo más vulgar.

Un amigo me descubrió hace unos años el Observatorio de Greenwich, cerca de Londres. Ya escribí sobre este parque el otoño pasado, en Londres II y mencioné entonces que dejaba cosas pendientes para cuando tuviese algo de tiempo. Este amigo consigue que la Historia sea divertida y que te enganche; nada que ver con la que aprendíamos en el colegio, que era más bien aburrida. Con él he aprendido mucho.

Me gustan los mapas y me apasiona el mar, pero es que estoy convencido además de que hay muchas biografías interesantes esperando que alguien tire de la manta y les preste un poco de atención. Y no me refiero a las andanzas de esos famosos de pacotilla que salen en televisión, sino a las de aquellos que han hecho algo por la humanidad. Por regla general los tenemos olvidados. ¿Será que nos da miedo compararnos con ellos?

Uno de estos hombres fue John Harrison. Como de costumbre no voy a poneros aquí lo que podéis encontrar fácilmente en Internet. El que quiera saber más puede visitar: http://es.wikipedia.org/wiki/John_Harrison





Nadie se explica que el hijo de un modesto carpintero, sin estudios ni recursos, pudiera construir un reloj de péndulo antes de los 20 años. En aquella época los relojes eran muy escasos y, sobre todo, muy caros.

John Harrison dedicó su vida a construir cronómetros de precisión. Y cuando digo su vida, me refiero a toda su vida, más de 50 años de dedicación exclusiva. Falleció el mismo día que cumplía 83 años.

Pero me estoy adelantando demasiado…

jueves, 7 de febrero de 2008

Overbooking

Estoy en una nube. Cuando abrí este bog hace unos meses sólo pensaba en compartir mis desvaríos y, francamente, no esperaba encontrar un grupo de gente tan variado e interesante. Sólo había visto unas cuantas bitácoras, casi todas de periodistas, y no sospechaba el inmenso mundo que se esconde tras los blogs personales.

Mis intereses son muy diversos, por lo que no me limito a visitar un tipo de blog en concreto. Me gusta la variedad, y creo que esto se refleja en mis visitas y en los blogs que propongo. Porque, insisto, lo mejor de los premios es que nos ponen en contacto.

Continúo con la costumbre de premiar sitios nuevos, así que si ya os he premiado alguna vez os podéis evitar leer el resto de la entrada. La mayoría de los ya premiados están entre mis Sospechosos Habituales, aunque tengo que añadir alguno más. No dejéis de verlos, merecen la pena y me pagan muy bien por promocionarles.

Creo que a partir de ahora, copiando lo que he visto en otros blogs, publicaré los premios y dejaré que cada uno los vaya cogiendo según le parezca, porque esto es una auténtica locura.



Vamos a por ellos ... Son cinco. Los pongo por orden cronológico y los otorgo sin repetir ninguno de los que ya he nominado en otras ocasiones.


Quiero dar las gracias a:

Iris – Sin Cafeína: Una chica entrañable donde las haya, lo supe desde el primer día. Nuestros blogs tienen intereses comunes, aunque ella lo cuenta mucho mejor. Sus fotos y sus viajes son una maravilla. Iris, muchas gracias por este “Blogger del día”


Paso este premio a:

A.V.G. Porque nos hace pensar con sus sorprendentes juegos de palabras. La Real Academia tiene aquí un filón.

Antiqva. Por los rincones secretos que nos muestra de Córdoba con sus bonitas fotos, y por las reflexiones tan interesantes de su otro blog, más generalista.

Caminar sin gluten. Porque lejos de rendirse, defienden a un colectivo a los que casi nadie da voz en España. Hay que apoyarles en su lucha.

Momo. Porque escribe estupendamente y porque siempre encuentra la imagen adecuada.

Rajo de luz. Sí, sí. El último te lo perdoné porque vi que Yo! te lo había dado, pero esta vez no te libras. En su blog podemos leer que Todo lo que somos es el resultado de nuestros pensamientos. De lo que se deduce que es alguien entrañable, porque tiene pensamientos muy cariñosos.

Viole. Porque nos cuenta las historias apasionadas de la vida real y, como buena maestra, aprendemos con ella.

Yo!. Por venganza, ja, ja. Siempre tiene a mano una historia que conmueve y que te llega a lo más hondo. Siempre está animándote y también es una gran defensora de los derechos de los animales. No se la pierdan.




Quiero dar las gracias a:

Yo! – Mi mundo libre: Esta venezolana tiene un corazón que no cabe en una pantalla de 21 pulgadas y además te lo hace saber con sus numerosas muestras de cariño. De momento me gana 3-0, bueno 3-1 después de esta entrada. ¡Don Johnson, si lees esto tienes que entrar en su blog! Mejor pasa por su casa :-) Yo! muchas gracias por este Arte y Pico que me has dado. Las condiciones pueden verlas pinchando aquí.





Los cinco elegidos son:

Florci. Por la alegría que transmite su forma de ver la vida y por sus historias, que nos calientan en estos días de invierno.

Frabrisa. Porque en las pocas entradas que lleva se aprecia ya la gran variedad que preside su blog.

Jassy. Porque te hace sentir muy cercano, con un blog plagado de bellas historias personales.

Los retales de Luisa. Porque primero te atrapa con las imágenes y luego te atrae con las palabras.

Marce. Porque nos cuenta desde la fría Suecia sus cálidas historias sobre la vida cotidiana.




Quiero dar las gracias (por triplicado) a:

Abejitas – Dentro de la colmena. Cuentos e historias reales, incluyendo un regalo para sus visitantes. Un poco de todo en un blog que te envuelve y no te deja escapar. Las conozco desde hace poco, pero ya se han hecho un hueco entre mis habituales. Muchas gracias a las tres por haberos acordado de mí.







Paso este blogger del día a:

Alenadrina cara de Gallina. Porque nos hace pensar sobre los temas más diversos.

Hot Woman. Para que lo coloque junto al que le acaban de dar y nos siga deleitando con sus bellas palabras.

Luz de Gas. Para que empiece con buen pie su nueva andadura después de los problemas que tuvo. También tiene dos blogs, ambos muy interesantes.

Odisea. Porque cada entrada es diferente de la anterior, pero todas interesantes y bellas.

Respirando. Para que solucione sus más y sus menos con la informática. Por sus entradas, que siempre están cuidadas al máximo.

Trapiello. Por esa pizca de amor que pone en su receta, y por esos viajes que nos cuenta.

Trini. Por lo bien que escribe en sus dos blogs. No dejen de verlos.




Quiero agradecer, y agradezco a:

Alejandrina Cara de Gallina su nominación para el premio:








Alejandrina es la mejor en muchas cosas :-) así que no se la pierdan. Tiene un blog muy variado, al que da un toque personal e intransferible.

Para este premio nomino a:

Ana R. Porque me hace pensar con sus bellas palabras cada vez que la visito.

Anais. Porque demuestra una sensibilidad fuera de lo común.

Fernando Alcalá. Porque me maravilla con su forma de escribir.

Javier Villegas. Porque con él visito Colombia desde España, y me encanta.

La LLama Violeta. Porque te hace sentir cercano, una virtud difícil de encontrar hoy día.

Marcel.la. Porque siempre tiene una foto a mano con la que nos sorprende.

Paco. Por lo que cuida unas fotos que me dan (sana) envidia.




Quiero dar las gracias a:

Nieve. Porque hace unos comentarios muy interesantes y porque se curra un montón cada una de sus entradas. Su bitácora está llena de cariño y de reflexiones que nos mueven a pensar. Muchas gracias, Nieve, por este regalo que me haces.



Quiero pasar este premio a:

Bolibolias. Por esas ventanas al mundo que son sus fotos.

Dintel. Porque lo mismo comparte el último libro que ha leído, que sus pensamientos más profundos.

Hombre de barro. Porque te atrapa con sus historias.

Mandarina Azul. Porque sus locuras me divierten y sorprenden.

Raúl Amestoy. Porque nos enseña el mundo desde su visión particular.



Confío en que las selecciones sean de vuestro agrado. Yo, con vuestro permiso, me tomo un pequeño descanso, que me habéis hecho currar de lo lindo.

¡¡¡MUCHAS GRACIAS A TODOS POR VUESTRO CARIÑO!!!

martes, 5 de febrero de 2008

El problema de la longitud I

Los seres humanos tenemos un cierto sentido de la orientación, pero no podemos presumir de él. En tierra firme es relativamente sencillo saber dónde estamos, ya que solemos disponer de múltiples puntos de referencia que nos ayudan, pero en medio del océano, sin que haya una franja de tierra conocida a la vista, la cosa cambia.

Hoy disponemos de satélites, GPS, etc. La alta tecnología nos sitúa en cualquier punto de la superficie del planeta con un margen de error de apenas unos metros, y da igual que estemos en una ciudad europea que en mitad del océano Atlántico. No siempre ha sido así.


Esta es una historia de héroes y villanos. Una historia de conquista científica, que no militar, en la que aparecen marinos, relojeros, astrónomos y reyes, todos ellos envueltos en una lucha contrarreloj por salvar vidas humanas y por el dominio del mar. Por supuesto, no podía faltar el dinero ni el afán de poder y reconocimiento en un mundo que ampliaba sus fronteras. Es, en definitiva, lo suficientemente larga como para que merezca la pena degustarla en varias dosis, y así os la presento, en varias entradas.

La descripción del problema.

El 22 de octubre de 1707 varios barcos de la armada británica regresan victoriosos desde Gibraltar, en el sur de la Península Ibérica. Es de noche y una intensa niebla les envuelve desde hace varios días. Uno de los marineros, después de pensárselo mucho, advierte al capitán de que están errando el rumbo. La advertencia le cuesta la vida, porque es acusado de amotinamiento y ahorcado al instante. En esa época se consideraba que los marineros eran gente sin formación alguna, y la disciplina a bordo no podía tomarse a la ligera.

Pero el hombre tenía razón. Pocas horas después, cuatro barcos chocan inesperadamente contra los arrecifes, junto a las Islas Scilly, y en pocos minutos mueren ahogados más de 2.000 marineros. Sólo dos hombres consiguen llegar vivos a la costa. Uno de ellos es el propio capitán del barco, que no vivirá mucho tiempo más. Una mujer lo descubre agotado e inconsciente en la arena de la playa, se fija en que lleva un anillo con una gran esmeralda y lo asesina para hacerse con la joya.

Las motivaciones.

Estamos a principios del siglo XVIII. El comercio con las Indias Occidentales, las expediciones militares, y el ansia por descubrir nuevos territorios hace que el número de barcos que transitan los océanos se haya incrementado de forma notable. Con cada accidente se pierden vidas humanas, soldados valiosos y cargamentos que por sí solos podrían rescatar a un rey. Hasta entonces, los marinos habían confiado en el sol y en las estrellas, en los vientos favorables, en la suerte y en la voluntad divina para alcanzar su destino. Con el nuevo orden se impone la necesidad de determinar, no sólo la
latitud sino la LONGITUD.

El premio para el ganador.

En un intento por encontrar una solución al problema, en 1714 el Parlamento británico promulga una ley, por la que promete un premio de £20.000 a quien encuentre un método de determinar la posición de cualquier buque en el mar. Se trataba de mucho dinero, el equivalente a varios millones de dólares actuales, pero las vidas de muchos seres humanos y el dominio del mar estaban en juego.

Los mapas.

Todos estamos familiarizados con este tipo de mapas, y todos conocemos los paralelos, esas líneas paralelas al norte y al sur del ecuador. Nos sirven para distinguir la latitud en la que estamos y para determinarla basta con observar el sol o las estrellas con un sextante.


Imagen de Wikipedia


Pero, ¿y las líneas verticales? Dividen el globo terráqueo como los gajos de una naranja y nos muestran la longitud. El cruce de latitud y longitud nos da la situación exacta en el mapa. Ahora bien, ¿cómo dibujar las líneas verticales en medio del océano? Este era el problema.


Otra historia real.

Estamos en septiembre de 1740, el Almirante británico George Anson zarpa con destino el Pacífico Sur con una escuadrilla de seis barcos. En marzo del año siguiente, al doblar el Cabo de Hornos una feroz tormenta se abate sobre ellos durante 58 días ininterrumpidos, dejando su barco, el Centurion, aislado de los otros cinco, y en un estado lamentable. En la primera noche sin nubes, el capitán del barco establece rumbo al archipiélago Juan Fernández, frente a la actual costa chilena, con la intención de repostar agua y alimentos, así como llevar a cabo las reparaciones pertinentes.



Pero después de navegar durante días con rumbo norte descubren que se encuentran a la altura del Cabo de Hornos. Obviamente, la tempestad les había llevado mucho más al sur de lo que ellos habían supuesto y las corrientes les habían hecho avanzar menos de lo previsto.

No les quedaba más remedio que volver a tomar primero rumbo oeste y luego norte, hacia el agua fresca y la salvación. Alcanzar la latitud de las islas (línea roja del mapa de abajo) era tarea fácil, bastaba con comparar a mediodía la altura del sol sobre el horizonte, pero una vez allí, ¿las islas quedaban a la izquierda o a la derecha? Difícil elección. La vida de sus hombres dependía de que acertara o no, y con los medios de la época era imposible saberlo a ciencia cierta.



Anson escogió dirigirse al oeste, pero después de navegar durante cuatro días sin avistar tierra comenzó a pensar que se había equivocado, por lo que cambió el sentido del barco. Dos días más tarde arribaba a una costa chilena infestada de españoles, por lo que nuevamente tuvo que dar la vuelta. Llegó al deseado archipiélago el 9 de junio, después de una tempestad de dos meses y quince días de vagar por el océano. 80 hombres habían fallecido en esas dos semanas, en la desesperada búsqueda de las islas.

La solución a lo que se denominaba el problema de la longitud se convirtió en una imperiosa necesidad.

Continuará...