lunes, 26 de marzo de 2012

Steve Jobs

He devorado en pocos días la magnífica biografía de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson. Para empezar, me interesaba el personaje, pero es que además está muy bien escrita. Fue el propio Steve quien contactó con el autor para que, según sus palabras, sus hijos conociesen a qué había dedicado su vida.


Walter Isaacson nos presenta un retrato ágil, documentado y veraz, que se apoya en el testimonio de muchas personas cuyos caminos se cruzaron con el de Jobs. Steve no quiso leerlo, por una vez prefirió quedarse al margen a sabiendas de que muchas cosas no le iban a gustar y, algo insólito, renunció a controlar el resultado.

Porque Jobs no fue una persona fácil de tratar, en absoluto. Él mismo reconoce que hizo muchas cosas mal, entre las que destacan ser un pésimo jefe y abandonar a su hija. Su forma de ser fue muy peculiar.

Es curioso, porque a pesar de su total falta de empatía, los personajes que desfilan por el libro, familiares, amigos y colegas terminan por reconocer que sin su empuje, sin su perfeccionismo llevado al extremo, no habrían conseguido llegar tan lejos ni dar lo mejor de sí.

Exigente con todos además de consigo mismo, Jobs ayudó a cambiar el mundo. Marcó una época en un país plagado de defectos pero que tiene una gran virtud: sin que se sepa exactamente cómo, es un lugar en el que florecen los emprendedores.

Fracasó en repetidas ocasiones, pero siempre buscó incansable la forma de continuar. Creó Apple, le expulsaron y regresó para salvarla. También se embarcó en diversas aventuras como NeXT y Pixar. Su obsesión por los sistemas cerrados y por el diseño le creó infinitos problemas, pero nos deja un legado inconmensurable. Con sus luces y sus sombras, nos hizo a todos la vida mucho más fácil.

Y una cosa más,

“Entonces levantó la vista hacia ella y le planteó con gran intensidad una pregunta que la dejó helada: Dime, ¿cómo era yo de joven?. Bowers trató de ofrecer una respuesta sincera. Eras muy impetuoso y muy difícil – contestó –. Pero tu visión era absorbente. Nos dijiste: El viaje es la recompensa, y eso resultó ser cierto. Sí – contestó Jobs –. He aprendido algunas cosas por el camino."

sábado, 3 de marzo de 2012

Museo de la Evolución Humana

El verano pasado volví por Atapuerca porque quería ver cómo había evolucionado el mayor yacimiento de homínidos del mundo, pero lo que en realidad quería visitar era el Museo de la Evolución Humana, que está en Burgos.

El edificio es obra del arquitecto Juan Navarro Baldeweg y ha sido construido donde antiguamente se encontraba el convento dominico de San Pablo.




Hacía ya un año que lo habían inaugurado, pero todavía tienen mucho espacio que llenar. La planta sótano es la más interesante, ya que es aquí donde se exponen los restos encontrados en Atapuerca, único lugar del museo donde no dejan hacer fotografías. Del resto destaco los vídeos, y creo que la parte dedicada a Darwin y a su teoría de la evolución podría mejorarse.

Describen muy bien la historia de nuestra especie y hay buenos gráficos explicativos de esta sierra, con sus simas, dolinas, ríos y cuevas.





Nosotros fuimos al yacimiento de Atapuerca y al parque arqueológico el sábado, en uno de los autobuses que salen del museo. Es imprescindible reservar.

El domingo lo dedicamos a ver el museo, apreciando lo que nos habían explicado el día anterior. El precio del museo, el autobús y las visitas guiadas a los dos sitios es de once euros, que nadie diga que es caro.




Si te interesa el tema puedes echar cuatro o cinco horas sin ningún problema. En la planta baja hay una recreación de esta sierra que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.




Es cuestión de tiempo que este museo se convierta en la piedra angular de la evolución de nuestra especie. Cada año se hacen nuevos descubrimientos, y hay yacimiento para rato.

Además, Burgos es una ciudad muy interesante, llena de monumentos y donde se come estupendamente. Otro día nos ocuparemos de ella.