viernes, 22 de junio de 2018

Chaplin´s World

Llevaba tiempo queriendo visitar la casa donde Charles Chaplin pasó sus últimos años en Suiza, pero dos cosas me echaban para atrás. La primera, que se tarda casi cuatro horas en llegar; la segunda, que el invierno no era la mejor época para sacar partido al jardín que rodea el edificio.


Pero a finales de abril, con los días más largos y los árboles estrenando hojas nuevas, me decidí a madrugar un poco. Ya dormiría en el tren, pensé. Una vez en Vevey, un autobús me llevó hasta “Manoir de Ban” que es como se llama la villa familiar, una propiedad que se abrió al público en la primavera de 2016 y que se encuentra en Corsier-sur-Vevey.


Comencé visitando la mansión en la que Chaplin y su familia residieron durante un cuarto de siglo, después de que el actor dejara los Estados Unidos y se instalara en el país alpino. La compró buscando tranquilidad, pero nadie le advirtió de la existencia de un campo de tiro cercano que causó no pocos roces con sus nuevos vecinos.


Pero al final se impuso la calidad de vida suiza, con ese saber estar que te permite disfrutar de la fama al tiempo que pasas desapercibido, porque nadie te molesta. Chaplin se integró perfectamente a pesar de su manifiesta incapacidad para hablar francés, visitando su restaurante favorito todos los domingos y asistiendo a los actos organizados por la comunidad, para quienes siempre sería un referente. No en vano, el actor británico declaró que estos fueron los mejores años de su vida.



Sabiendo que vino al mundo en la más absoluta pobreza, con un supuesto padre alcohólico y una madre enferma que hubo de ser ingresada en el hospital, choca un poco entrar en esta magnífica mansión en la que se nos muestran ahora detalles de su vida privada. Su alcoba, su despacho, su biblioteca, … Los objetos cotidianos van pasando frente a nuestros ojos, así como infinidad de fotografías tomadas no solo en su retiro dorado, sino en muchos otros lugares.



En una habitación se nos muestran sus innumerables viajes. Abundan los vídeos, tanto caseros como profesionales, y, no podía ser de otra forma, no falta una sala privada de proyección.



Salgo al magnífico jardín, de 14 hectáreas, en el que encuentro árboles inmensos y variados. Hace el día perfecto y el verde de las hojas nuevas contrasta con el azul intenso del cielo. El paseo, que dura unos veinte minutos, me devuelve a la entrada.







Junto a ella han construido un edificio nuevo en el que proyectan una película de diez minutos sobre su vida. Pero lo interesante está al otro lado de la pantalla. Han recreado con todo detalle, muchos de los escenarios de sus películas, y así nos adentramos en la estación de policía, en el restaurante donde hizo de camarero, en la peluquería, …





En total hay 32 figuras de cera que representan a actores o a amigos del artista, tan conocidos como Einstein o Michael Jackson. También hay cuatro del propio Chaplin.






A la salida, otro autobús me acerca al cementerio donde reposan sus restos, junto a los de Oona, su última esposa. La tumba ha sido reforzada con hormigón, ya que pocos meses después del entierro, el cadáver de Chaplin fue robado por un par de hombres, con la intención de pedir un rescate. Finalmente, viendo que no iban a conseguir nada, los torpes ladrones lo devolvieron a la familia y fueron capturados.


El cementerio es pequeño y está vacío, salvo por una pareja que sale al llegar yo. Saco un par de fotos y dejo una piedra encima de la tumba de cada uno de ellos. Me siento un rato mientras rememoro su extensa filmografía, los momentos en los que me hizo reír y aquellos otros en los que encogió mi corazón.


Al poco, llega un grupo de unas quince o veinte personas que, junto con su guía, rompen el encanto. Todos se abalanzan a tomar una foto, estorbándose de una forma un tanto ridícula, como si la tumba pudiera marcharse en cualquier momento. Pienso que al menos podré enterarme de las explicaciones que se den, que seguro son interesantes, y me pregunto en qué idioma las darán, pero les veo hacer gestos extraños y pronto descubro el motivo: ¡Resultó que era un grupo de sordomudos!


Salen de la misma forma que entraron, atropelladamente y sin cerrar la verja del cementerio, pero con un selfie apresurado que enseñar.