miércoles, 14 de febrero de 2024

Kenia 2 III – Rinocerontes blancos del norte

Esta entrada complementa a otra recién publicada en mi otro blog, Más extraño que la ficción. En ella os cuento nuestra visita a Ol Pejeta para ver los dos últimos ejemplares de esta subespecie de rinoceronte. Aquí pienso detenerme más en los esfuerzos que se hacen para salvarlos de una extinción más que probable puesto que no quedan machos vivos en el mundo.



Hay quien piensa que la extinción forma parte del proceso natural, y yo no lo niego, pero hay casos como este que nos ocupa en los que la desaparición de una especie se debe exclusivamente a causas humanas, y, en mi opinión, eso marca la diferencia.



Los rinocerontes, además de ser los mamíferos terrestres más grandes después de los elefantes, se remontan a hace unos 50 millones de años y desempeñan un papel fundamental en ese puzle que es la vida. Es solo muy recientemente cuando han sufrido de la codicia y estupidez humanas, en una batalla desigual en la que sus cuernos, lejos de salvarles, se han convertido en su mayor problema. De esta forma, las guerras, la caza indiscriminada, la ocupación de su hábitat y el incremento del furtivismo les han llevado a la situación crítica en la que estamos ahora.



El kilo de cuerno de rinoceronte se cotiza entre 60.000 y 80.000 dólares en el mercado negro a pesar de ser pura queratina, la misma sustancia que forma nuestro pelo o nuestras uñas. La falsa creencia de que sirve como medicina, como afrodisiaco o como simple ostentación de riqueza lleva a algunos desgraciados a arriesgar sus vidas con tal de sobrevivir.



Esta subespecie fue considerada extinta en el ambiente natural en 2011. Algunos años antes, al empezar el siglo XXI, quedaban seis ejemplares vivos en el Zoológico de Dvůr Králové, en la República Checa.



A finales de 2009, cuatro de ellos (los únicos con capacidad reproductiva de esta subespecie) fueron transportados al Ol Pejeta, un área protegida en Laikipia, Kenia, donde los científicos esperaban que pudieran procrear. Se trataba de dos machos, Sudán, nacido en libertad; Suni, nacido en cautiverio, Najin, hija de Sudán, y Fatu, también nacida en el zoológico en el año 2000.






Por desgracia, no se consiguió que se reprodujeran, y en 2014, Suni falleció por causas naturales. Cuatro años más tarde, Sudán hubo de ser sacrificado debido a los terribles dolores causados por una infección en una de sus patas. Buscando información, me he topado con este extenso artículo en inglés que narra cómo era la relación entre rinocerontes y cuidadores.




El Zoo Safari Park de San Diego, en California, tenía tres rinocerontes blancos del norte capturados en la naturaleza: una hembra llamada Nadi, que fue cedida por el Zoo Králové Dvůr, y que murió el 30 de mayo de 2007; un macho llamado Angalifu (n. 1974), en calidad de préstamo a partir de 1990 del Zoo de Jartum, y que murió el 14 de diciembre de 2014; y una hembra llamada Nola (n 1974), cedida desde 1989 por el Zoo Dvur Králové,  fallecida el 22 de noviembre de 2015. Información Wikipedia.




Nabire no tenía capacidad reproductiva, pero sí un ovario sano del que se extrajeron cuatro ovocitos que no pudieron cumplir su función al haber sido inseminados con el semen incorrecto. Por otro lado, aunque se cuenta con semen de Angalifu, los intentos de inseminación artificial no han tenido éxito por el momento. En 2019 se extrajeron óvulos de Najin y Fatu, las dos hembras supervivientes, como penúltima opción para fecundarlos in vitro y buscar una madre de alquiler.




En el momento de escribir esto, hay 29 embriones viables, y los científicos esperan conseguir una cría sana para 2025. En total se conserva el ADN de una docena de rinocerontes blancos del norte en bancos genéticos de San Diego y Berlín.




Todavía queda una opción más que pasa por la controvertida empresa Colossal y su programa para “des extinguir” especies como el mamut lanudo. Los avances médicos permiten crear células pluripotentes de otras como las neuronales, las musculares o incluso de la piel, por lo que se están recogiendo más muestras de ejemplares guardados en los museos con el objetivo de preservar la mayor diversidad genética posible. En esta página, también en inglés, nos dan más detalles del proceso.



Pero aunque se logre, de una forma o de otra, resucitar la subespecie y conseguir una población viable, todavía quedan por resolver las mismas cuestiones que nos han llevado hasta aquí. Porque la destrucción de su hábitat, la caza furtiva y las guerras siguen estando muy presentes.



Najin y Fatu sobreviven en Ol Pejeta gracias a la vigilancia constante de guardias armados, cámaras y poblaciones locales que las protegen las 24 horas del día, pero lo hacen además en un recinto cerrado sin que puedan ser ya liberadas.





De hecho, a su llegada a África compartieron espacio con Tauwo, una hembra de rinoceronte blanco, en esta ocasión del sur, para que les enseñase a sobrevivir en un continente completamente nuevo para ellas.



A todos aquellos que cuestionan la necesidad de revertir su más que probable extinción, les diría que cada ser vivo es una pieza esencial en la maquinaria de la vida, y que los rinocerontes tienen su hueco y su función. Los humanos nos creemos tan importantes que a menudo menospreciamos el papel de otras especies, ignorando que todo está interconectado y que cada acción tiene su consecuencia. No es éste uno de esos casos en los que la Naturaleza se autorregula, sino la consecuencia de la estupidez humana.