miércoles, 31 de octubre de 2012

Lisboa y Londres II

Llevaba la intención de volver por Richmond, el parque donde vimos los ciervos el año pasado; pensé en visitar alguno nuevo de los que no están por el centro, volver quizá a Kew Gardens.
Pero mi empresa tenía otros planes y tuve que conformarme con un breve paseo por el socorrido Hyde Park, que siempre está bonito en esta época del año. Era sábado, amenazaba lluvia y todo estaba más tranquilo de lo habitual.
 



 
Aproveché que tenía libre el domingo por la mañana para acercarme por la Torre de Londres. Fijaos en qué mañana nos hizo, aunque luego volvieron las nubes y las reuniones. Fue una mañana bien fresquita.
 
 
El Puente de la Torre es uno de los iconos de esta ciudad. Se comenzó a construir a finales del siglo XIX y tiene casi 250 metros de largo por 65 de alto. Se emplearon más de 11.000 toneladas de acero.
 

 
En los días siguientes disfruté de pocos huecos en los que poder escaparme, pero no faltó una visita a la Wallace Collection, una de las muchas colecciones particulares que podemos encontrar en Londres.
 
 
Es el lugar ideal para disfrutar del arte sin que haya hordas de turistas haciéndose fotos; un rincón silencioso con una cafetería en la que descansar y tomar un sandwich después de haber pateado la ciudad.
 

 
La colección, compuesta por casi 5.500 piezas, fue adquirida entre los siglos XV y XIX y se exhibe en 25 salas que rebosan de muebles, pinturas, porcelanas, armas, etc. Hay dos Tizianos, cuatro Rembrandts, nueve Murillos, cuatro Van Dycks, ventidós Canalettos, la lista es interminable.
 

 
Es mi decimoséptimo octubre en Londres y esta ciudad sigue sorprendiéndome. Aunque se trate de visitas repetidas como las de esta ocasión siempre gusta volver. Cada vez que pienso que alguien me dijo que la había visto en un fin de semana me da la risa.

lunes, 22 de octubre de 2012

Lisboa y Londres I

Un año más he tenido que trabajar en Lisboa y en Londres por unos días. Ya sé que al ver las fotos pensaréis que estuve de vacaciones, pero lo cierto es que esta vez dispuse de menos tiempo libre del que hubiese querido.

He aprovechado para saldar una deuda pendiente que tenía con la Fundación Calouste Gulbenkian, una colección muy variada e interesante que podéis visitar en la capital portuguesa.





Aún tengo que leer los libros que compré pero investigando en Internet he aprendido que el museo guarda 6000 piezas reunidas por un hombre de negocios nacido en Armenia y fallecido en Lisboa.

Aproveché una tarde para volver por el oceanario. Es ya mi tercera visita, pero es que ver los peces me relaja, y puedo pasarme embobado horas enteras. En esta ocasión tuve menos tiempo de lo habitual y me pareció que la crisis está afectando al número de especies. No en vano, mantener este inmenso acuario no es barato. No sé, espero estar equivocado.





Dentro de unos días seguimos con Londres...

miércoles, 10 de octubre de 2012

El Menhir de Kerloas


Cuando tomamos el desvío para ver este menhir no éramos conscientes de su tamaño. Es el más grande de los que quedan en pie en Francia, y desde luego, el mayor de todos los que he visto en mis viajes.
Podemos ver cómo destaca sobre las copas de los árboles nada más tomar la senda. Aquí no hay que caminar a ciegas preguntándose cuánto tardaremos en llegar, como nos pasó en Córcega.
 

 
Con una altura de casi diez metros, antes de que lo alcanzara un rayo llegó a medir doce, es visible desde treinta kilómetros de distancia.
Se cree que fue erigido hace unos 5.000 años, y se encuentra cerca de Plouarzel.


En el siglo XIX las parejas de recién casados solían frotar sus barrigas contra él; ellos con la esperanza de tener hijos varones, ellas con el deseo de asegurarse el control de la casa.
 
 
Según la leyenda, el menhir se asienta sobre un tesoro que sólo es visible en la noche de Navidad. Al dar las doce el menhir corre al mar para saciar la sed, pero apenas un segundo después vuelve a su sitio, aplastando a los incautos que se han lanzado a por el tesoro.
 
La palabra menhir fue adoptada por los arqueólogos en el siglo XIX, y proviene de dos palabras: men, que significa piedra e hir, que significa larga. Nadie sabe con qué objeto fueron erigidos.
Echemos un último vistazo antes de regresar al coche.