domingo, 19 de junio de 2011

Siempre Alice

Me han prestado un libro sobre el Alzheimer que se titula Siempre Alice. Su autora, Lisa Genova, es doctora en neurología por la Universidad de Harward, y me lo ha dejado una amiga a quien le preocupa contraer una enfermedad que ya padece su padre.

No es para menos. La novela describe con detalle el declive, algo acelerado, eso sí, de una profesora de psicología en Harward a la que han diagnosticado de forma precoz esta enfermedad.



Me gustan los libros que me hacen aprender, y este es uno de ellos. Ahora ya sé, por ejemplo, que lo que se envía a veces por correo electrónico como un juego es en realidad el efecto Stroop, un test utilizado en la detección del Alzheimer.

Me parece curioso que la protagonista del libro (en Estados Unidos) y el padre de mi amiga (en España) cometan el mismo error al dibujar la esfera de un reloj. Recordad, por si acaso, que los números han de estar distribuidos a lo largo de toda la circunferencia, y no sólo en la primera mitad.

Pero el mayor mérito de la novela no estriba en sus descripciones técnicas, sino en los sentimientos que provoca. Es inevitable sensibilizarse con ese proceso en el que el olvido avanza de forma inexorable hasta destruir tu vida.

Pequeños lapsus van dando paso a errores sin importancia que pronto se convierten en un serio obstáculo para el desempeño de una vida normal. Tu familia, tus amigos y tus compañeros de trabajo se hacen extraños. Ya no recuerdas dónde están las cosas y al final ni siquiera te reconoces. Las tareas más sencillas se convierten en un jeroglífico irresoluble.

El Alzheimer afecta a un gran número de seres humanos, unos 36 millones de personas, así que deberíamos aprovechar que el 2011 ha sido declarado año internacional en la investigación de esta enfermedad para darle un empujón.

Actualmente no tiene cura y hemos de fundamentar nuestras esperanzas en la investigación; para que no lo perdamos todo. Recientemente se ha descubierto que las neuronas pueden regenerarse, ¿será este el camino?

También he visto hace poco la espléndida película documental Bicicleta, cuchara, manzana, en la que seguimos de cerca a Pascual Maragall, un político español muy conocido, durante dos años. Es dura y conmovedora a partes iguales.

martes, 7 de junio de 2011

Midnight in Paris

El sábado tuve mi cita anual con Woody Allen. Bueno, yo creo que lleva varios años muerto y que otro Cid Campeador sigue haciendo sus películas. Cualquier día de estos descubriremos al impostor que usa su nombre en vano.

No leo las críticas, siempre interesadas, continuamente escoradas hacia el lado que más calienta. Tampoco los argumentos, porque Allen es Allen y prefiero sentarme en la butaca sin conocimiento previo alguno.

A pesar de todo, leí que volvía a sus orígenes. Eso también nos lo dijeron el año pasado y el anterior, y creo que se refieren a cuando pasaba los días envuelto en pañales en una cuna o sorbiéndose los mocos sobre un balancín. Es el último año que pico con ese truco publicitario. El próximo pienso cobrar por ir.

A los pocos minutos, después de las primeras descargas de un guión pseudointelctualoide (me ha costado hasta escribir el palabro) pensé: vamos a ver, Tawaki, que no estás atento, que no te estás enterando de nada. Concéntrate. Hice un esfuerzo, lo juro, pero fue peor, porque empecé a pensar que me estaban tomando el pelo.

Este no es el Woody de siempre. Ni muuuuuuucho menos. Que no. El que me gustaba era original, irreverente y divertido.

Otra vez me encuentro con una sucesión de personajes mal interpretados, vacíos, planos y prescindibles, sobre el fondo de una ciudad europea que consigue promoción a raudales. Claro, los parisinos apenas salen. Espantarían al turismo.

No le falta calidad técnica, y me gustó la música y la iluminación. Me horrorizó el final y eché en falta el humor y la acidez propias del Woody verdadero. Es verdad que tiene el aliciente de ver salir a ciertos personajes de la chistera de este mago venido a menos, pero eso es demasiado poco para sostener una película.

Espero con ansia vuestras opiniones; en cuanto a Woody Allen: descanse en paz.