miércoles, 28 de enero de 2015

Munich I

Cuando después de veintiséis años regresé a Múnich en la Semana Santa de 2012 no imaginé que repetiría en 2013 y en 2014. Si hace tres años estuve solo y aproveché para ver los museos, en 2013 fui por trabajo y ahora (en agosto pasado) nos hemos limitado a pasear por sus calles, volver a Dachau y ver de nuevo el estadio olímpico. Lo único que he repetido en todas estas últimas visitas han sido las imprescindibles cervecerías.

Buscamos un hotel que no estuviese lejos del centro, por los alrededores de la Karlplatz, que nos recibió con su famosa puerta.


Atravesarla es adentrarse en una calle peatonal flanqueada por tiendas, iglesias y cervecerías. A esa hora del sábado, bullía de animación y el sol, que no era fuerte, invitaba a sentarse en alguna de las terrazas.    




Enseguida llegamos a Marienplatz, donde está el ayuntamiento, un edificio precioso plagado de esculturas.    



Merece la pena fijarse en los detalles de la fachada.





Un poco más adelante está el ayuntamiento antiguo.


Mi piloto automático me lleva hasta la Hofbrauhaus, una de las cervecerías más famosas de la ciudad. Está en una placita junto a algunas otras, pero ésta es la más famosa.    



La cerveza es muy buena y la sirven en jarras de medio o de un litro. Siempre está a rebosar de gente y los camareros son bastante bordes. De hecho, volví porque iba con unos amigos que no la conocían, y porque su codillo es espectacular, pero hay que armarse de paciencia para encontrar mesa.    






Aprovechamos la tarde del sábado para acercarnos al rio Isar.    



Llegamos hasta el Ángel de la Paz, una escultura de bronce recubierta de pan de oro que se encuentra sobre una columna corintia de 38 metros de altura y que representa a Niké, la diosa griega de la victoria.

Conmemora los 25 años de paz tras la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871) y fue inaugurada a finales del siglo XIX.



Volviendo al centro, entramos en el Jardín Inglés, donde nos encontramos con unos surfistas y con gente disfrutando del suave sol de la tarde. La última vez que estuve aquí, hace dos años, llovía casi sin parar.    





Y claro, es imposible dar dos pasos por esta ciudad sin toparse con una cervecería, ya que acechan en los lugares más inesperados.    


Nos quedamos descansando hasta la próxima entrada, eso sí, disfrutando de una jarra de HB.