Suelo aprovechar las fechas navideñas para ir al cine, porque en Zug no
exhiben películas que me interesen y porque mi inglés no me da para verlas en
versión original, con subtítulos en alemán, en Zúrich. Pero estoy haciendo
trampas, porque la cinta de la que os hablo hoy la vi hace ya varios meses, en
otoño.
Cold War, del director polaco Pawel Pawlikowski, me gustó mucho, y es, de
largo, la mejor película que he visto en todo el 2018. ¿La recomiendo? No. El
cine me parece algo tan personal (y yo soy tan raro en lo que a este arte se
refiere) que no me atrevo a recomendar nada, pues cada uno tiene su criterio, a
lo que se añade que depende mucho del momento en el que la veamos y de lo que
estemos buscando.
Apenas éramos una veintena de personas en el cine, y eso que era un viernes
por la noche, pero los gustos de la juventud han cambiado, y supongo que todos
estaban visionando la última de superhéroes. Nada que objetar, cada uno que se
divierta como quiera.
Presentada en el festival de Cannes del año pasado, y ensalzada por una
crítica que la califica de obra maestra, a mí, en cambio, lo que me convenció
para comprar la entrada fue el nombre de un director que conocía por otra obra
suya que también me había gustado mucho: Ida (Polonia, 2013).
Porque hemos llegado a un
punto en el que no elegimos las películas porque sean románticas de guerra o
westerns, sino que vamos al cine porque nos gusta determinado director o alguno
de los intérpretes.
Con tan poco bagaje, ya que acudí casi a ciegas, me sorprendió el
principio, plagado de cantos regionales, que me hizo preguntarme dónde me había
metido. Pero el desconcierto duró poco; enseguida me concentré en esos
encuadres fabulosos enmarcados en un blanco y negro brutal y en un cuatro
tercios nada convencional. En esta película, la cámara nunca está colocada al
azar, y cuanto más la miras, más cosas descubres. Por eso me gustó tanto.
La historia avanza y retrocede, con algunos giros inesperados y uno de los
finales más críticos que he visto en mucho tiempo, pero con esa fotografía y
puesta en escena, el guion es secundario, lo mismo que unas interpretaciones
que me parecieron mejor que buenas.
Ya no se hace mucho cine
como este. Y no me extraña, porque he leído comentarios que la califican como
un sinsentido largo y aburrido. Una prueba más de lo variados que somos los
seres humanos en nuestras apreciaciones. Imagino que, al no haber explosiones, un
ritmo trepidante, ni gráficos por ordenador, no interesa a una gran parte de
los espectadores. Pero basta con que a mí me haya gustado.