lunes, 24 de febrero de 2014

Lucerna II

Dejamos atrás la muralla y nos vamos a la orilla del lago, aunque no es el mejor día para tomar fotos. No faltan los barcos restaurante ni los yates de diseño.



Me acojo a sagrado ante la posibilidad de lluvia, pero es una falsa alarma y puedo continuar caminando mientras busco el famoso león. Empiezo a pensar que no lo voy a encontrar sin preguntar cuando encuentro una calle llamada así: calle del león.


Y aquí está, una escultura de un león moribundo que conmemora la muerte de 760 mercenarios de la guardia suiza en la Revolución Francesa (Wikipedia). La escultura, del danés Bertel Thorvaldsen, es de 1821 y mide 6 metros de alto por 10 de largo.



Por allí cerca hay un jardín,. Un museo y un laberinto de espejos sólo apto para los más pequeños. Esperaba algo más de este jardín geológico formado por un antiguo glaciar, sobre todo después de pagar los 15 francos de la entrada.



Ha llegado el momento de reponer fuerzas. Los restaurantes que hay junto al puente me parecen demasiado turísticos, de esos que te cobran las vistas y descuidan la comida, pero hete aquí que me topo con una cervecería.

Claro, hay que probar la especial, que está riquísima, y la de la casa. Los botes son de mostaza, y la del tapón rojo, que es la más picante, está estupenda.



Cómo será que con el estómago lleno lo veo todo más soleado.





El Puente de la Capilla tiene más de doscientos metros de largo, y aunque es originario del siglo XIV se quemó en agosto de 1993 y el que vemos ahora es una reconstrucción.

En el interior vemos unas pinturas triangulares que reproducen las originales del siglo XVII. En ellas vemos escenas de la ciudad.




Dejamos Lucerna por el momento, pero sospecho que voy a venir a menudo por aquí.