viernes, 22 de julio de 2016

Serán seres, pero no humanos

Ya han pasado varios días desde que Raquel Sanz pronunciara las palabras que titulan esta entrada, pero el debate sigue más vivo que nunca. Doy por hecho de que estáis al tanto del fallecimiento del torero Víctor Barrio y de las palabras que varios impresentables han escupido a través de las redes sociales.

Unas redes que, como tantos y tantos cambios que se han sucedido a lo largo de la historia de la humanidad, sacan lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Pero no nos confundamos, los adelantos técnicos no son buenos o malos en sí mismos, sino que dependen del uso que hagamos de ellos. Las decisiones y la responsabilidad son nuestras.

Los seres (in)humanos siempre hemos sido dados a los linchamientos, a los juicios precipitados en los que mandan los malos sentimientos sobre la razón, al triunfo de la falta de información sobre el sentido común y al insulto fácil.

Ahora, un ordenador, un móvil, el anonimato de la Red, nos permiten tirar las piedras desde más lejos, parapetados tras un teclado mientras una pantalla protege nuestra cobardía más reprobable.

Por desgracia no es un hecho aislado, ni siquiera es algo nuevo, basta un vistazo para constatar que los insultos están a la orden del día. A principios de este año, cuando invocaba en la primera entrada de 2016 la necesidad de librarme de los que vienen cargados de odio irracional, los tiros iban por ahí.

Llevo meses sin entrar en un Facebook que sólo usaba para seguir de lejos a algunos conocidos, para compartir puntos de vista diferentes a los míos, pero que estaba contaminado por opiniones partidistas, extremas y retrógradas, por la incitación a la violencia y al odio por parte de unos cuantos, afortunadamente los menos. La verdad es que desde que no les leo, me siento mucho mejor.

Ya que no podemos confiar en el buen criterio de todos, necesitamos con urgencia leyes que nos protejan de esta nueva forma de violencia. Y si ya las hay, que se apliquen.  Debemos hacerlo antes de que se nos vaya de las manos y sea demasiado tarde.

Raquel, tienes toda la razón, serán seres, pero no humanos.

lunes, 11 de julio de 2016

Bruchsal

En mi vida había oído hablar de este sitio, y si lo visitamos fue porque nos pillaba de camino hacia el Monasterio de Maulbronn y teníamos algo de tiempo. Esta foto desde el aire os dará una idea de cómo es este estupendo palacio.


Aquel domingo de mediados de noviembre amaneció, como podéis ver, bien cubierto de nubes, y a esa hora de la mañana éramos los únicos transeúntes.

El palacio, de estilo Barroco, tiene tres alas y fue construido en piedra arenisca en 1720, como residencia de los príncipes-obispos de Speyer. También hay un jardín, pero sospecho que ésta no es la mejor época del año para verlo.







En la actualidad se expone aquí una impresionante colección del Museo Alemán de Instrumentos Mecánicos Musicales, muy bien explicada por un personal atento y amable, que los va poniendo en marcha para mostrarnos su funcionamiento.






No faltan autómatas, algunos antiguos, otros más modernos.



Pero el palacio es en sí mismo una joya. Una famosa escalera, construida en el siglo XVIII por Balthasar Neumann nos lleva al piso superior.



Nos encontramos con grandes salones decorados con frescos, en estilo Rococó. Grandes lámparas, espejos, dorados y cúpulas por todas partes, en un exceso decorativo como pocos.    








La cuestión es que todo este despliegue responde a una de las mejores restauraciones que se han llevado a cabo en Baden-Württemberg, ya que el palacio quedó casi completamente destruido en la Segunda Guerra Mundial, como atestiguan estas fotos.



Sorprende, entonces, no sólo la riqueza de la decoración, sino el rigor histórico y artístico con el que fue llevada a cabo, reconstruyendo en poco tiempo el esplendor del pasado.

No dejo de admirar la tenacidad y la capacidad de sacrificio de los alemanes, para sobreponerse a una época tan oscura como la de la SGM y recuperar su patrimonio.