martes, 25 de octubre de 2011

Parque de Richmond II

Retomamos nuestro paseo y nos internamos en el bosque en busca de algo de sombra que nos alivie.





Este parque es inmenso, el mayor de Europa y es unas cuatro veces más grande que Central Park. Nosotros apenas podremos llevarnos una ligera idea.


Encontramos toda una manada de ciervos que descansa junto a un árbol, rodeados por fotógrafos. Los edificios del fondo nos recuerdan que la ciudad no anda lejos.


Seguimos disfrutando del día camino del estanque.



Y nos topamos con este otro ciervo.


No estoy dispuesto a dejarlo escapar, así que camino junto a él sin saber si acelerar el paso y adelantarlo o ir más despacio para que no se asuste.


No parece muy feliz de que me haya interpuesto en su camino, y me mira un tanto desafiante. Yo no dejo de observarlo mientras tanteo en busca del árbol que tengo al lado por si se le ocurre cargar contra mí. Tantas luces y sombras me complican la foto, pero no logro convencerlo de que salga a cielo abierto.


Al final prefiere darse la vuelta y llamar a las hembras, que no andan lejos.


El estanque que buscamos no es éste, pero no tenemos tiempo de caminar más porque hay que volver pronto al centro. Aunque es domingo me espera una cena de trabajo a las siete de la tarde. Estos extranjeros están locos.

Nos sentamos un rato a descansar de tantas emociones.





Hubo algún ciervo más, y por supuesto, más árboles, pero os ahorro el camino de vuelta. Creo que con estas dos entradas os podéis hacer una idea de cómo es la esquina noroeste del parque.

sábado, 15 de octubre de 2011

Parque de Richmond I

Se ve que este 2011 está siendo el año de las segundas oportunidades. El año pasado me quedé con las ganas de ver el Parque Richmond en Londres por culpa de un resfriado inoportuno, pero me he desquitado.
Hacía 28 grados, y eso para Londres es mucho, pero momentos así hay que aprovecharlos. Media hora larga de metro y unos minutos en un autobús nos llevaron hasta la entrada noroeste del parque.

Hay bastante gente tomando el sol o caminando, pero la extensión es tan grande que apenas te cruzas con alguien.

Un bosque de enormes castaños nos recibe. Estamos al borde de una carretera, pero los coches van despacio y apenas se los oye.




Al otro lado de la carretera descubrimos los primeros ciervos. Sabía que este parque estaba lleno de ellos, pero no esperaba encontrarlos tan pronto. De todas formas, están un poco lejos.



El macho más grande expulsa a otro más joven y desaparecen. Pero aquí tenemos a otro macho, y voy presto a interceptarlo.



Llevamos casi una hora y aún no hemos salido del bosque de castaños.



Aquí tenemos un ciervo, un avión aterrizando y la torre de una iglesia.


Seguimos caminando junto a la carretera un rato, pero pronto la abandonamos para adentrarnos más en el parque. Los árboles son espectaculares.







Como el calor aprieta, vamos a dejarlo aquí de momento. Dentro de unos días regresamos para contemplar unos cuantos robles, un pequeños estanque y algunos ciervos más.
Nada más entrar se encuentra uno con este paisaje.

viernes, 7 de octubre de 2011

Volar con un ala

Tenía prevista esta entrada desde hace tiempo, solo que he vuelto a escribirla de arriba a abajo. En lugar de un vídeo de un F15, un avión militar norteamericano, volando con un ala rota, os voy a contar lo que me sucedió la semana pasada en el avión desde Lisboa a Madrid.

Se sentó a mi lado una señora portuguesa que no sabía abrocharse el cinturón, lo cual ya es raro en estos días. La ayudé y me dispuse a dormir, que es lo que hago siempre.

El caso es que me dice que era la primera vez que se subía a un avión, y me preguntó si era peligroso. Le dije que no, que yo había volado muchas veces y que era el medio de transporte más seguro que había.

- ¿Y qué velocidad alcanza al despegar?

- Unos 300km/h

- ¿Y arriba?

- Unos 900

- ¿Y se inclina mucho?

- Un poco, pero no se nota nada.

Todo esto, ella en portugués y yo en español.

Fue uno de los despegues más suaves que he tenido en mi vida y ella pareció tranquilizarse. Me contó que desde Madrid volaba luego a Venecia y parecía que lo peor había pasado.

Pero entonces apareció el miedo más irracional. El peor de todos, porque no hay argumentos que puedan vencerlo. La pobre mujer estuvo vomitando todo el vuelo y después de haber aterrizado y de haber llegado al finger fue incapaz de moverse del asiento.

Esta semana, llegando a Londres, me acordé de ella, porque atravesamos la estela de otro avión y el nuestro se movió bruscamente de lado. No fue el típico bache, y más de uno debió santiguarse apurado. El comandante se apresuró a explicarnos lo sucedido, pero creo que a ella le habría dado un infarto.

Hace poco leí en un artículo sobre esos cursos para perder el miedo a volar, que los aviones pueden despegar perfectamente con un motor averiado porque van más que sobrados. Con tantos medios como hay ahora es una lástima que no se explique mejor cómo lo hacen. Yo he visto un par de documentales interesantes, me gusta volar y nunca pienso que se vaya a caer, pero hay mucha gente que lo pasa mal. Seguro que esta señora tuvo que cancelar sus vacaciones en Venecia.