La película Memorias de África (Out of Africa, 1985) siempre ha estado entre mis favoritas desde que la viese en el cine Palafox, en Madrid. No es perfecta y hay cintas mejores, pero ésta tiene la enorme ventaja de contar una historia como Dios manda. Exactamente como hacía la protagonista, Karen Blixen, en la vida real.
En aquella época, contrariamente a lo que sucede ahora, en Hollywood aún había guionistas y el público pedía algo más que inanes escenas de acción concatenadas sin criterio.
El filme está basado, muy libremente, en las memorias de la baronesa, un libro que publicó en 1937 bajo el seudónimo Isak Dinesen, algunos años después de su regreso a Dinamarca.
Todos sabemos cómo empiezan, tanto la película como el libro: “Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong”. Bueno, digamos que es la primera inexactitud, porque Karen nunca tuvo una granja en África, sino que gestionó las de su familia, aunque eso es lo de menos. Lo relevante es que nos traslada a la vida colonial en la actual Kenia, dando cuenta de sus vicisitudes en una plantación de café situada en un terreno demasiado elevado. Toda una galería de personajes, tanto europeos como africanos, desfila por las páginas del libro. Y no, la película, tampoco empieza con la famosa frase al igual que Ingrid Bergman nunca dice: “tócala otra vez, Sam” en Casablanca.

El libro tuvo una corta segunda parte, Sombras en la hierba, en la que se incide en algunos de los personajes, ampliando la historia. No puedo decir que no me hayan gustado, pero al haber visto primero la película, y, sobre todo, al conocer la historia real, uno espera encontrar ciertos acontecimientos que la autora nos hurta en sus recuerdos idealizados. En cualquier caso, su lectura es muy agradable.
Profundizando en el tema, encontré por casualidad esta biografía escrita por Tom Buk-Swienty,: La Leona. Karen Blixen en África. En palabras del autor, estas setecientas páginas son la culminación de casi diez años de investigación sobre la familia.

De una forma amena, apoyado en los numerosos documentos, algunos de los cuales no se han hecho públicos hasta 2018, el autor nos da a conocer esta fascinante aventura. Conocemos así, de primera mano, los diecisiete años que Karen vivió en África. Aquí descubrimos que Karen tenía memoria selectiva y que la película está bien adaptada pero tampoco es completamente fiel a la realidad.
Es de esos libros que da pena que se acaben, quizás porque me identifico con ese amor por el continente negro. Es inevitable escrutar las fotografías buscando sin éxito a Meryl Streep o Robert Redford.
En este segundo viaje a Kenia pretendía visitar el barrio de Karen, uno de los distritos de la actual Nairobi cuyo nombre rinde homenaje a la baronesa Blixen. La ciudad ha crecido tanto que terminó por engullir una granja que en vida de la autora estaba situada a varios kilómetros. No obstante, un previsible retraso en el vuelo hizo que nos quedáramos sin ver la famosa casa.
Me quedan pendientes otros dos libros. El primero, de Lea Kampe, es una novelización, mientras que el segundo fue el primer libro publicado, en los EEUU, de Isak Dinesen.

Karen se mudó al África Oriental Británica a finales del año 1913 para casarse con su primo segundo, el Barón Bror von Blixen-Finecke, de nacionalidad sueca, y asentarse en la entonces colonia británica y actual Kenia. Con el dinero de la familia de ella, adquirieron una granja en las colinas de Ngong a unos quince kilómetros al suroeste de Nairobi con el propósito de plantar café.
El matrimonio terminaría en divorcio, y las cosechas nunca fueron lo suficientemente abundantes como para que el negocio prosperase. La Primera Guerra Mundial nos trae al coronel Paul Emil von Lettow-Vorbeck, personaje que conocí en uno de los libros de Javier Reverte, pero también aparecen otros cuyas vidas desconocía, como Eva Dickson, la primera mujer que atravesó el Sahara en automóvil o Beryl Markham, primera mujer en cruzar el Atlántico en un vuelo en solitario. Esta última compitió con Karen por el amor de otro protagonista, Denys Finch Hatton.
Su marido le contagió la sífilis, alterando por completo su vida. Karen aprendió el suajili además de otras lenguas locales, peleó como la leona del título por sus kĩkũyũ, consiguiéndoles tierras, fomentando su educación y defendiendo sus derechos cuando se suponía que las mujeres debían limitarse a obedecer a sus maridos.
Era otra época, muy diferente a la nuestra, pero aquellos que amamos el África de los grandes animales admiramos desde la comodidad de nuestras casas a estos emprendedores y aventureros. Ellos hicieron lo que otros solo nos atrevemos a soñar.