Una de las ventajas de vivir en Suiza
es que la naturaleza está siempre presente, siendo muy accesible, aunque eso
sí, moverse por aquí no es barato.
Aprovechando que hacía buen tiempo
(estamos en julio pasado), decidí seguir la recomendación de unos amigos y
acercarme a este lago junto al que han habilitado una zona de baño.
Nada más
bajarme del autobús, eché un vistazo al mapa de senderos por la zona. Hay
muchos, pero como era mi primera visita, tomé el más directo al lago,
atravesando un bosque de pinos bien altos.
Las
vistas desde arriba son preciosas, y, afortunadamente hay un teleférico para
salvar el desnivel.
Para
entrar en la playa hay que pagar entrada, pero merece la pena, aunque sólo sea
para dar una vuelta y para comer algo en el restaurante. También hay barcas con
las que ejercitarse un poco.
El color
del agua es una maravilla.
Hay
gente, pero los suizos son tranquilos. Nada de gritos ni de carreras. Así da
gusto.
A la
vuelta tengo que esperar algunos minutos el autobús y me entretengo sacando
fotos a las flores con las que adornan la parada. Los autobuses de la Post son modernos, están limpios y te llevan
a cualquier punto del mapa.
Lo único
que no me gustó de esta excursión es que se tarda demasiado en llegar desde
Zug. Suiza es bonita, y te llevan a todas partes, pero su orografía es
complicada y los transportes llevan tiempo. No se puede tener todo.