lunes, 28 de septiembre de 2009

Educación

Con la vuelta a clase reviven ciertas polémicas sobre la educación de los hijos. Reproduzco hoy un artículo de Elvira Lindo que me pareció interesante. Fue publicado en El País el 9 de septiembre de este año.

Pienso que la principal responsabilidad recae en los padres. No toda, es cierto, pero sí la mayor parte. La semana pasada leía una carta al director de una profesora que volvía feliz a clase, a pesar de los insultos y las amenzas a las que se ve habitualmente sometida. Me sorprendió. Dijo que lo hacía por aquellos padres y alumnos que sí merecían la pena.

No está mal hacer énfasis en los problemas, pero tampoco estaría de más hablar de lo que funciona bien, y, sobre todo, buscar soluciones.



No se desaliente: no tenemos la educación pública que quisiéramos (a pesar de la aireada campaña “ni un niño sin ordenador”) pero usted puede enseñar a su hijo a no despreciar el conocimiento. No se desanime: es probable que la buena educación le haga sentir a su hijo como un raro en determinados ambientes, pero superados esos desajustes no habrá en el futuro estrés postraumático. No deje para otros lo que puede hacer usted; no tiene por qué esperar, por ejemplo, a que en los colegios se enseñe a comer saludablemente; sienta como una vergüenza personal que en un país mediterráneo como el nuestro haya niños obesos; actúe, no es tan difícil, se trata sólo de enseñarles a comer como Dios. No se acompleje; no pasa nada porque vigile de cerca de su hijo adolescente, se ha hecho toda la vida sin pensar que se atentaba contra ningún derecho fundamenteal. No tenga miedo a racionar la televisión. No tenga miedo a asomarse a la habitación de su hijo, no se trata de espiar, sino de proteger. No quiera ser como su hijo, no se juvenilice, él necesita sentir que está guiado por adultos. No tema decirle que está en contra del botellón y de los encierros, es bueno que él sepa que usted los detesta. Y por supuesto, no se apunte a un encierro por acompañar al niño, ahí si que está usted perdiendo la cabeza y adiestrándole en la brutalidad. Hágale saber que tiene deberes con la sociedad, y si no quiere usar la palabra “sociedad”, por ser algo abstracta, hágale saber que tiene deberes con seres concretos. No se deje estafar por esta especie de catastrofismo que nos arroja a pensar que, como todo es un desastre, nosotros, individualmente, no podemos hacer nada. Su desánimo tiene un componente de imperdonable pereza: si ha tenido hijos, sea padre, sea madre. ¡Ejerza! La mejor herencia que podemos dejar en este mundo grosero es la buena educación.

domingo, 20 de septiembre de 2009

El sabor de los días

…y la felicidad de las pequeñas cosas.

Entrada perpetrada en una servilleta hace ya varios meses…

En una cervecería de Madrid, en mi mesa de siempre – tan cercana a mi piso que las malas lenguas insinúan que lo elegí por su cercanía – disfruto de una cerveza holandesa de alta graduación; una de las seis verdaderamente trapenses que quedan en el mundo.

Estoy acompañado por un buen libro mientras espero a los amigos. Esto es vida. No hace falta mucho más para tocar con los dedos la felicidad de las pequeñas cosas. Algún día os hablaré de mi pasión por la cerveza, que hoy no hay tiempo.

Hoy prefiero referirme al libro que leía en ese momento,
El sabor de los días, que me regaló una amiga. Su autor es Juanan Urkijo, Dedalus para los bloggeros que seguimos sus escritos desde hace tiempo en El Alféizar.


No quiero desvelar nada del relato. Sólo diré que me encantó, que lo recomiendo encarecidamente y que esta vez no podemos usar la manida excusa del precio, porque es muy asequible. De todas formas, podéis haceros una idea más objetiva de su manera de escribir echando un vistazo a su blog. Mejor os dejo una sinopsis:


Cuando Terenci Poquet se trasladó a Barcelona para preparar sus oposiciones, no podía siquiera imaginar que comenzaría a recibir unas anónimas cartas de amor, tan enigmáticas y sorprendentes que terminarían absorbiendo su voluntad y su tiempo. Tras iniciar una pedestre investigación, en la que el azar le irá tendiendo toda suerte de emboscadas, Terenci se verá atrapado una y otra vez en su propia peripecia vital y no conseguirá sino regresar al mismo punto del que partió: la realidad de su hermética y anodina existencia, reflejada en un espejo extrañamente fragmentado.


Juanan, no nos dejes así, hombre, escribe algo más.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Niágara

Os debía foto de Niágara desde hace mucho tiempo, pero es que anduve un poco liado este verano.


Aunque lo había organizado para pasar allí un par de días, al final sólo pude estar unas horas y hube de improvisar un poco, así que no salió todo lo bien que esperaba. Apenas había trenes, y los autobuses tampoco eran muy frecuentes. Lo pasé muy bien, pero me quedo con la sensación de no haberlo aprovechado al máximo.

Las cataratas son impresionantes. No se pueden comparar con Iguazú, es cierto, pero el truco está en verlas con ojos nuevos, como si fuese el primer viaje que hacemos.

Cuando se está disfrutando no tiene sentido hacer comparaciones que puedan arruinar el momento. Sólo hay que dejarse llevar. Así que no estoy de acuerdo con todos los que me dijeron que me iban a decepcionar. En absoluto, siempre estoy deseando descubrir lugares nuevos, y por muchos hoteles que hayan construido, a mí me gustaron. Eso sí, reconozco que tenía una ligera idea de lo que me esperaba.

martes, 8 de septiembre de 2009

Annie Leibovitz

Han prorrogado la exposición, que puede visitarse en Madrid, en Alcalá 31, y no me extraña, porque casi siempre había una buena cola de gente esperando para entrar. Yo la vi dos veces y fallé una tercera.


Espectacular. Me han dicho, y quizás tengan razón, que hay demasiadas fotos de su vida privada, de su familia y de Susan Sontag. Cierto, pero la selección y la variedad son increíbles. Una vez más, Internet se queda corta y sólo puedo traer aquí una pequeña muestra de sus fotos. Hay otras que me gustaron más.


Quizás hayáis visto esta portada, que causó sensación hace unos años: Demi Moore embarazada de siete meses. La tonalidad de la piel está perfectamente conseguida, y eso que el formato de la exposición no es precisamente pequeño.


Otras fotos no necesitan palabras que las describan, como la de esta bicicleta tirada en una calle con restos de la sangre de un niño asesinado.

También hay hueco para trabajos más creativos.


Pero las mejores son las de actores de cine. Tienen una iluminación muy conseguida, una atmósfera especial, como la de Nicole Kidman del principio de la entrada o esta misma.


También me gustaron mucho las de la reina Isabel, origen de un famoso malentendido.



Sin olvidar una sala de la exposición donde se encuentran multitud de fotos impresas en A4, con anotaciones de la autora y organizadas por años. Es una gozada poder sumergirse en el proceso creativo de una fotógrafa tan reputada.


Qué se puede esperar de una persona que afirma que se da por satisfecha si hace cinco fotos buenas en un año. Ya me gustaría a mí. Su reputación está plenamente justificada.

Más que memoria de mi vida, mis fotos son una prueba de mi existencia.
Annie Leibovitz

jueves, 3 de septiembre de 2009

Sorolla

Sorolla es uno de mis pintores favoritos y de vez en cuando me escapo a visitar su museo en Madrid, un palacete encantador en la calle de Martínez Campos, con un pequeño jardincito que es una delicia.

Este pintor es, para mí, el rey de la luz, del azul del Mediterráneo y de los blancos. Da gusto recrearse en sus cuadros. Se tiene la sensación de formar parte de la escena, se siente la brisa en el rostro y el olor a mar.


El Museo del Prado exhibe hasta septiembre una prolija selección de sus mejores cuadros. Son 102 obras impresionantes por su maestría y a veces incluso por su tamaño. A mí me gustan todas, pero sólo puedo poner aquí algunas, como ésta, que se titula cosiendo la vela y es una de mis favoritas. Los que deseen verla después de septiembre tendrán que ir a Venecia, que tampoco es mal sitio.


O La bata rosa. Es una pena que en el ordenador no se aprecie bien cómo se filtra la luz a través de las cañas, o cómo el aire empuja suavemente la sábana que hace de cortina.


Podéis comprar las entradas por teléfono o por Internet, os evitaréis las colas y os saldrá un euro más barato. La entrada en taquilla cuesta 10 euros, pero da derecho a visitar el museo.

Este cuadro es de la primera época, de cuando se preocupaba de reflejar la realidad social,


pero yo prefiero sus escenas de playa, como ésta de Valencia.


Otro cuadro que me gustó mucho es este desnudo, que da la sensación de ser tridimensional. Pertenece a una colección particular, por lo que será difícil volver a verlo, y por desgracia esta es la mejor foto que he podido encontrar en Internet. Lástima de Red, tan grande y tan limitada aún para según qué cosas.