Supe
de Andrea Camilleri hace ahora justo tres años, por lo que lo descubrí muy
tarde, algo que compenso leyendo unos tres libros suyos al año. Siete de ellos
pertenecen a la serie del comisario Montalbano, personaje cercano con el que es
fácil identificarse y que le dio gran fama al autor cuando ya había cumplido
los setenta.
Salvo
Montalbano toma su apellido de Manuel Vázquez Montalbán, el creador de Pepe
Carvalho, por quienes Camilleri sentía especial admiración. De hecho, ambos
escritores mantendrían una larga amistad hasta la muerte del barcelonés en
2003.
Los
libros de Camilleri son sencillos de leer, no albergan grandes pretensiones
pero entretienen, con unos personajes recurrentes que terminan por hacérsenos
familiares. La acción transcurre en Vigata, una localidad inventada que muchos
asocian a Porto Empedocle, ciudad natal del escritor.
En un
mundo como el actual, en el que todo ha de ser llevado al extremo para captar
la atención del consumidor – y la novela policiaca no escapa a esa tendencia –
se agradece que el autor siciliano nos evite los detalles más escabrosos, y nos
lleve en cambio, de la mano del humor, la ironía y la crítica social.
A
muchos de nosotros, la muerte de Camilleri a los 93 años nos deja huérfanos. No
en vano, ha sido traducido a 36 idiomas y ha vendido más de 30 millones de
libros. A mí me queda el consuelo de tener todavía muchas obras pendientes.
Solo me queda pues, dar las gracias al maestro y disfrutar de ellos.