Nos
conocimos en nuestro primer día de trabajo, hace ya más de dos décadas, y,
desde entonces, no hemos dejado de perseguirnos por una buena parte de Europa.
Ella se quedó en Madrid y yo me fui a Londres, pero cuando cambié la capital
británica por la belga, ella se casó y terminó en Estrasburgo, donde pasamos
algún que otro fin de semana visitando pueblos y bodegas alsacianos.
Regresé
a Madrid y ellos se fueron a Zúrich primero y a Ginebra después. Ahora volvemos
a estar en Suiza, más cerca que nunca, y aprovechamos para compartir algún fin
de semana. Les visité con el cambio de siglo, pero luego pasaron varios años
sin que nos viésemos. El día del reencuentro, su marido me dijo: Tawaki, parece
que nos hayamos visto la semana pasada. Y era cierto, esa era la sensación al
retomar un contacto que siempre estuvo ahí, hibernando. Hay amistades que no
entienden de kilómetros.
Siempre
pasamos juntos un fin de semana a principios del verano. Otros años hemos
navegado por el lago Leman o nos hemos acercado a algún mercado francés de esos
que abren el apetito. En julio pasado sorteamos la lluvia prevista y
disfrutamos de un día soleado con baño en la piscina. Antes, almorzamos donde
siempre, en la ginebrina Place du Molard, porque hay que mantener las
tradiciones.
El domingo nos decantamos por una excursión por las serpenteantes
carreteras de la orilla norte del lago Leman, en busca de un restaurante con
hermosas vistas sobre los soleados viñedos.
Da igual cuántas veces visite esta zona de Suiza, siempre me sorprende la limpieza y el orden. Ningún coche mal aparcado, mucho menos en segunda fila. La tranquilidad es la reina en una ribera del lago por la que la gente pasea sin alboroto. Atravesamos pueblos modélicos con el estómago bien lleno y la retina ahíta de imágenes bellas mientras conversamos.
La felicidad es eso, disfrutar de los pequeños momentos, de un buen
almuerzo en un paisaje idílico bañado por el sol y de una estupenda amistad que
se mantiene incólume de año en año. Lo mejor, es que para ello no hace falta
venir a Suiza; vale casi cualquier lugar del mundo, allá donde tengas buenos
amigos.