A mediados de septiembre, me habían ofrecido hacer una excursión en coche con la condición de que fuese yo quien buscara el destino,
lo cual, en Suiza, es fácil de hacer. Todavía estábamos a tiempo de circular
por carreteras que a menudo están cubiertas de nieve en invierno, cuando no
sencillamente cerradas al tráfico.
Lo primero, sería ir a Innertkirchen, para desde allí,
subir por el Grimselpass, alcanzando el Totensee o lago de los muertos.
Embalses y lagos artificiales nos obligan a detenernos con frecuencia. Es un
paisaje que tenemos prácticamente para nosotros solos.
No entramos en este hotel, pero sí aprovechamos las
vistas.
En el lago de los muertos el cielo está nublado, y el
aspecto es algo tétrico.
Seguimos por otro paso mítico, el Furkapass, para
alcanzar el glaciar del Ródano, pero ya os hablaré de él en otra ocasión, pues
merece una entrada aparte.
Estas carreteras tan sinuosas son aprovechadas por los amantes de los coches clásicos, y es fácil cruzarse con varios de ellos. Este
Porsche no tenía mala pinta.
Todavía nos queda otro puerto, el Sustenpass, donde se encuentra el Steinsee, pero mi chófer se rebela y no quiere conducir más, así
que comemos algo rápido, la típica tabla de queso y embutidos suizos, y
regresamos por un camino más corto y con menos curvas.
Pensábamos almorzar en el hotel Belvedere, que se encuentra cerca del glaciar, pero estaba cerrado. En cualquier caso, sacamos mucho
partido de este día medio tormentoso.