jueves, 28 de marzo de 2019

Camboya IV

Para los que no estuvieron atentos y se perdieron la entrada anterior, os sigo dando la lata con mi viaje a Camboya.


Si hacer kilómetros en coche implica “perder” mucho tiempo, también te permite conocer otros puntos de interés que os resumo como puedo. Visitamos lugares plagados de templos y de historia, donde los edificios de los antiguos jemeres conviven con cráteres de bombas mucho más recientes. Son muy pocos los turistas que se aventuran en esta zona del país, en parte por las guerras recientes, en parte por desconocimiento. Nosotros, nos sentimos muy seguros todo el tiempo.






Si algo abunda en Camboya es el agua, que está por todas partes, y la gente aprovecha su cercanía para construir viviendas que, a menudo, son flotantes. Visitamos la aldea de Kompong Kleang, donde muchas casas van y vienen con la crecida del monzón, adaptándose a la naturaleza al tiempo que se sirven de sus recursos. El tráfico de embarcaciones de todo tipo es constante.




Tampoco podían faltar los numerosos barays, agua embalsada que permite regular el ritmo de riego en una comunidad que aún depende en gran medida del cultivo del arroz. Es común verlo expuesto al sol en los patios de las casas, para secarlo.





Sorprendentemente, los fosos que rodean los templos cumplían la misión de equilibrar el nivel freático, protegiendo los cimientos de los santuarios, en un alarde tecnológico que muestra cómo de avanzada era la antigua cultura jemer de hace varios siglos.





Llegar a Siem Reap es cumplir un sueño largamente ansiado. Nada te prepara para la primera visión de este conjunto de edificios que quitan el aliento. Da igual cuántos documentales hayas visto.





Aquí se agolpan los grupos de turistas que llegan en autobuses, por lo que contar con un buen guía que planifique cuidadosamente la visita es esencial. De todas formas, ellos van rápido, y nosotros los vemos marchar con la misma impaciencia con la que han aparecido. Apreciar los muchos detalles te lleva horas y horas, en cualquier caso, por lo que siempre hay en qué entretenerse.




Por otro lado, también se pueden encontrar otros templos con menos afluencia; lugares que pasan desapercibidos para aquellos que solo disponen de unas horas, mientras que nosotros contamos con cinco días completos. Y la mayoría están a unos pocos cientos de metros de los principales. El tuk-tuk se convierte en nuestro mejor aliado, permitiéndonos movernos cómodamente entre un santuario y otro.







Todos los templos se parecen y, sin embargo, no hay dos iguales.





Más o menos comidos por la vegetación, completamente derruidos o reconstruidos después de siglos de abandono, la mayoría están desnudos de unos relieves expoliados por los occidentales que los re-descubrieron. Unos están en grupo, otros completamente aislados, pero cada uno tiene su encanto particular.





Siem Reap es con diferencia la ciudad más cosmopolita, y aprovechamos para hacer trampa y dejar de lado el omnipresente arroz camboyano. Cenamos en un restaurante belga que despertó recuerdos de mi estancia en Bruselas a finales de los 90; en un francés de una atención exquisita y en otro, cuyo dueño y chef procedía de Reunión. Por desgracia, la mayor parte de esas fotos están en el disco duro que se rompió y dudo que algún día pueda recuperarlas.




Una vez más os he entretenido más de lo que pretendía, así que lo dejamos de momento con otro continuará…