domingo, 27 de febrero de 2011

Cancún

Nadie me cree cuando digo que he ido a Cancún a trabajar. Detecto incluso una sonrisa cómplice que delata los pensamientos de mi interlocutor. Ya, ya...

Bueno, he pisado la playa; pero en vaqueros, porque el bañador se quedó castigado en la maleta, y he vuelto tan blanquito como me fui. Eso sí, le he dado fuerte a las margaritas y no he comido nada mal. Así estaba la playa a las ocho de la mañana.




Justo antes de salir hacia el aeropuerto pude hacer las fotos que veis. Vaya desperdicio de tiempo con tanta reunión, ¿no? Al menos se agradece poder contemplar algo de paisaje en lugar de estar encerrados en un hotel como hacemos otras veces.


Lo curioso es que estuve en Cancún en mayo pasado, de vacaciones, y me quedé entonces en el hotel de al lado. Poco imaginaba yo que volvería tan pronto por tierras mexicanas. En Más extraño que la ficción he colgado unas imágenes de Tulum, como recuerdo.



Lo peor el viaje, que fue demasiado largo y con todos los controles posibles, ya que hice escala en Miami. Es el segundo fin de semana que sacrifico en lo que va de año, pero al menos parece que se ve luz al final de túnel. A ver si puedo retomar mi ritmo habitual.

martes, 1 de febrero de 2011

Demasiado trabajo

No importa la edad que tengamos ni la experiencia que hayamos acumulado. Sigue sorprendiéndonos descubrir que, como nosotros, las personas que nos rodean son humanas y, por lo tanto, falibles.

He retrocedido quince años, a cuando comenzaba en esta empresa y había que poner muchas cosas en orden. He recuperado tareas que ya tenía medio olvidadas, porque es momento de tapar ausencias inesperadas y de apagar fuegos aun sin los medios adecuados.



Así pues, el 2011 no ha comenzado nada bien; ese trabajo que pedía en la entrada anterior (en realidad me refería al sueldo, no al trabajo en sí) ha llegado con creces, me absorbe demasiado y no encuentro las coordenadas que me permitan publicar más a menudo ni visitaros con la frecuencia habitual.

De momento me lo estoy tomando como una segunda juventud laboral, tirando de experiencia para disimular que ya no tengo veinticinco años. Toca remar.