La capilla de Santa Verena está a tiro de piedra de donde vivo. Un corto, pero atractivo paseo nos lleva hasta allí atravesando bosques, campos de cerezos y prados que suelen estar vacíos de gente.
Fue construida en las faldas del Zugerberg entre 1705 y 1710, en la antigua ruta de peregrinación a Einsiedeln, reemplazando a un edificio anterior, de 1660, y se considera obra del hermano benedictino Caspar Moosbrugger.
La planta de la capilla, que está orientada al este, corresponde a una cruz latina, siendo el brazo del lado de entrada exactamente el doble de largo que los otros tres.
En cualquier país mediterráneo tomamos una de las ellas y la usamos para encender la nuestra. Pero claro, para un suizo es inconcebible tocar la posesión de otro, así que todos fueron encendiendo la suya con la cerilla correspondiente.
Santa Verena es una de las santas más veneradas de Suiza. Defendió especialmente a los enfermos y necesitados, y sus atributos son un peine y una jarra de agua. Mi intención era contaros la historia de las velas, pero ha querido la casualidad que la santa esté relacionada con los enfermos en un año de pandemia como el que estamos viviendo.
Por eso, más que nunca, os deseo una muy feliz Navidad. Ojalá que el 2021 sea mucho mejor y nos permita olvidar los sinsabores acumulados.