martes, 20 de marzo de 2018

Mi nuevo blog: Tiburones

Lo creé hace ya algún tiempo, pero solo ahora lo estoy llenando de contenido; poco a poco y con ritmo irregular, ya que no es fácil verlos de cerca mientras vivo en Suiza. Lo encontráis en la barra lateral de mis otros blogs o enlazado aquí.
Aunque quiero compartir mis experiencias y todo lo que vaya aprendiendo sobre ellos, la idea principal – lo repito una vez más – es conseguir que la gente los vea como lo que son: unos animales maravillosos que van a extinguirse demasiado pronto por culpa de nuestra estupidez. La realidad no tiene nada que ver con el cine, y si algunos se empeñan en verlos como un peligro, yo me he propuesto insistir, y demostrar con hechos, lo contrario, aun a riesgo de ser pesado.
Tenemos que defenderlos. Se estima que diariamente matamos más de un cuarto de millón; 270.000 tiburones al día cuando su tasa de reposición es de las más escasas del reino animal. Si hacéis la multiplicación os saldrán 100 millones al año; una auténtica barbaridad.


Como soy consciente de que hay demasiados blogs y de que no hay tiempo ni interés para leerlos todos, he deshabilitado los comentarios, porque no quiero poner a nadie en el compromiso de tener que entrar a echarle un vistazo. Prefiero que lo visiten aquellos que de verdad estén interesados. No obstante, si alguien quiere comentar o aclarar algo, tiene a su disposición el correo electrónico que aparece en mi perfil.


Entonces, si ya hay tantas bitácoras, ¿por qué crear otra más?
Muy sencillo: porque me gusta, me divierte, y me obliga a informarme. Porque me encanta la naturaleza y creo que debemos protegerla y preservarla. Si no nos ocupamos nosotros nadie lo hará, y los tiburones necesitan que alguien alce la voz por ellos. Una voz sensata, veraz y libre de intereses económicos.
Porque la falta de información y los miedos irracionales les hacen mucho daño. Porque quiero cambiar las cosas, por muy modesta que pueda ser mi aportación. Lo dicho, sin compromisos, nos vemos por allí; o no, eso depende de vosotros, pero no os olvidéis de defenderlos.

viernes, 9 de marzo de 2018

Carnaval en Lucerna

Lucerna nos recibió con un día triste y gris, aunque solo en apariencia, ya que enseguida descubrimos su lado más colorido y alegre con el carnaval.


Es una de las cosas que me sorprendieron al llegar a Suiza: la pasión con la que viven esta fiesta. No aparecen en las televisiones de otros países, pero aquí se lo toman muy en serio y hay quien se pide días de vacaciones para poder disfrutarlos a conciencia.






Son todo un acontecimiento, y aunque hay disfraces muy simples, la mayoría son muy elaborados, y por lo general, la gente se maquilla con esmero. Como aún hace frío, muchos atuendos están pensados para que abriguen; otros en cambio, parecen encontrarse en un lugar tropical de temperaturas más altas. Nosotros hicimos frente al frío que subía desde los adoquines como pudimos, ya que estamos junto al lago de los Cuatro Cantones y la humedad es muy alta.







También es común llevar a los niños, algunos de los cuales mostraban el cansancio acumulado después de tantas horas en danza. Hay todo tipo de ideas originales, desde casas sobre ruedas hasta cubos de basura, en los que los pequeños son transportados cómodamente por sus padres.



Los niños arrojan, entre risas, confeti a los adultos, y cuando se les acaba la munición, recargan con la que encuentran en el suelo. Por una vez, hay papeles en las calles suizas sin que nadie se moleste.



La gente se divierte sin armar demasiado escándalo, excepción hecha de las orquestas que desfilan por las calles. Tampoco hay empujones y todo es alegría. Los más atrevidos hasta se permiten alguna broma.


Por lo general están encantados de posar para las fotos. De hecho, muchos de los que muestro aquí dieron su consentimiento, aunque otros estaban demasiado lejos y los saqué con el tele. Si alguno no desea ver su imagen publicada en un blog, que me lo diga y la borro inmediatamente.







Por unos días, la tranquila Suiza se rinde a las numerosas bandas musicales improvisadas, los Guggenmusigen, que tocan en las calles, aunque más que música se trata de un ruido algo estridente. Los puestos de bebidas y de comida rápida se multiplican, porque comer sentados es hoy algo secundario, lo importante es seguir de fiesta sin perder detalle.



La mañana avanza sin que nos demos cuenta, y, como somos varios los que recorremos las mismas calles, terminamos por encontrarnos en una u otra. La fiesta se concentra en el centro histórico, junto al río, y, aunque poco o nada tiene que ver con otras más populares, me quedo con toda esa gente que sabe disfrutar y pasarlo bien, que hace frente al frío, y que lleva siempre puesta una sonrisa.



Pronto llega la hora de comer y tenemos suerte: encontramos una mesa en mi cervecería favorita y reponemos fuerzas con un cordon bleu. En teoría, el carnaval dura desde el jueves hasta el martes, cuando se suceden los principales desfiles, pero, tal y como ocurre en otros lugares, es habitual seguir viendo gente disfrazada más allá del Miércoles de Ceniza.