jueves, 18 de junio de 2020

Mainau II

Nos terminamos la cerveza con la que dejamos la entrada anterior y seguimos nuestro paseo por el jardín botánico de la isla alemana de Mainau.


Nos topamos entonces con más ejemplares que merecen la pena, árboles de gran porte como esta Sequoiadendron giganteum, procedente de California y plantada en 1880.



Un Liriodendron tulipifera, también norteamericano y plantado en 1870.



Y un Cryptomeria japónica, originario de China y Japón, que lleva aquí desde 1968.


Esta es una Sequoia sempervivens que fue plantada en 1967, por lo que es solo un par de años más vieja que yo. Es una especie que se encuentra en abundancia en la costa de Oregón y en California, y que puede llegar a los 130 metros de altura.



Y algunos otros ejemplares de la misma especie, que formaban un bosque en miniatura.



Hicimos bien en descansar, porque antes o después vamos a llegar al palacio barroco de la Orden Teutónica que hay al otro extremo de la isla. Diseñado por Johann Caspar Bagnato, fue construido entre 1739 y 1746, sus alas se abren al interior de la isla, mientras que la fachada de atrás queda mirando al lago.




El corazón del palacio es el llamado “White Hall”, pero por desgracia, solo es accesible cuando hay conciertos u otros eventos especiales. Donde sí podemos entrar es en la iglesia.




No muy lejos, encontramos la terraza mediterránea y un invernadero para plantas tropicales donde hay una quincena de especies de palmeras.







No podemos olvidarnos de la cascada de estilo italiano que conecta la terraza mediterránea con la orilla del lago. El granito fue traído del Ticino suizo y está flanqueada por cipreses (Cupressus sempervirens).




Antes, o en mi caso después, pasaremos junto a una de las 16 torres suecas que había en el jardín. Esta es del siglo XVI y fue restaurada en 1998. El espacio interior es tan estrecho que por cuestiones de seguridad no lo tienen abierto al público. Pero es el inicio de un tour vinícola por las vides que hay plantadas cerca. Eso sí, no tienen permiso para hacer vino, lo que es una lástima.










Finalizado el recorrido, y para no volver en el mismo autobús que me había llevado, decidí tomar un barco que, con alguna que otra escala, me devolvió a Constanza después de una estupenda navegación por esta parte del lago.







Y es que días soleados como este hay que aprovecharlos, ¿no os parece?

sábado, 6 de junio de 2020

Mainau I


En junio de 2018 me decidí a hacer esta pequeña excursión, que en realidad es un paseo por un jardín botánico. Mainau es una de las islas que podemos encontrar en el lago Constanza, en Alemania, concretamente en lo que se conoce como Überlinger See, ya que este lago es enorme. Está muy cerca de la propia ciudad de Constanza, y por lo tanto, de la frontera suiza.



En mi caso, llegar desde Zug es fácil, se toman uno o dos trenes, dependiendo del horario y luego un autobús que tiene parada en la entrada del jardín. Se accede atravesando un puente que la conecta a tierra firme.


Según la Wikipedia, a la entrada de la isla, pero fuera del recinto de la misma, se halla la Cruz de los suecos, una voluminosa escultura de metal arrojada por éstos al lago en ese mismo lugar después de haber sido robada por ellos durante la Guerra de los Treinta Años e inicialmente transportada con la intención de llevársela en su huida. Lástima que a mí me pillara con el sol enfrente.


Gracias a su clima suave, el jardín alberga una vegetación muy rica en especies, incluso subtropicales y tropicales. Yo esperaba, quizás, encontrar más flores, pero hay que reconocer que sus árboles son espectaculares.






En concreto, no lejos de la entrada podemos caminar por esta avenida flanqueada de metasequoias (Metasequoia glyptostroboides), una especie de crecimiento rápido que procede de China, aunque el primer ejemplar llegado a Mainau lo hizo desde Kew Gardens en Londres, en 1952. Hay 52 de estos árboles, con unos 27 metros de altura y una circunferencia que supera los 6 metros en su parte más ancha. Son espectaculares.




Camino un poco al azar, tomando los senderos según van apareciendo hasta llegar a este mariposario. No es tan grande como el que os mostré en Costa Rica, pero hay varias especies de mariposas tropicales y algunas tortugas.





Las segundas descansan perezosamente junto al agua, pero las primeras revolotean por encima de nuestras cabezas y hay que armarse de paciencia para fotografiarlas. Es el segundo en tamaño de Alemania, lo que no está nada mal.







Según ellos, tienen hasta 120 especies diferentes, aunque a mí no me parecieron tantas. Pregunté y creo recordar que me dijeron que había unas cuarenta en ese momento. La humedad es del 90% y mantienen una temperatura entre 25 y 30 grados.







Un 70% de las mariposas llegan cada semana directamente de sus países de origen, en forma de crisálida. El resto nacen en el mismo mariposario.








Otro de los atractivos, especialmente en esta época del año son las numerosas terrazas donde se sirven platos y cervezas alemanes. Los árboles les dan sombra al tiempo que dejan pasar algunos rayos de sol. Es el lugar perfecto para reponer fuerzas.


Y aquí nos quedamos hoy, para continuar el paseo dentro de unos días.