Cerramos esta trilogía de exposiciones con
un fotógrafo: Robert Doisneau.
Pude disfrutar de algunas de sus obras gracias a la
Fundación Canal, un 26 de diciembre en el que la mayoría de la gente descansaba
aún de los excesos navideños.
Los expertos califican al fotógrafo
francés como un genio caótico que no seguía ningún orden preestablecido. Parece
ser que siempre se opuso a las normas impuestas, en busca de un estilo personal
que retratase la vida tal y como a él le gustaría que fuese. Yo no entiendo
tanto, y me limito a añadir que sus imágenes me gustan mucho, que al final es
lo que más importa.
La selección de 80 fotografías, que incluye trabajos
muy conocidos junto a otros menos famosos, fue realizada por sus hijas, Annette
y Francine. Supongo que debe ser difícil escoger entre 45.000 negativos.
Mis fotos no hacen justicia, pero hay que
entender que están hechas con un móvil en un ambiente oscuro donde es imposible
evitar los reflejos. Seguro que en Internet las encontráis sin problema.
Esta imagen, titulada La mirada oblicua, es mi favorita. Si tuviese que elegir una imagen
de cualquier fotógrafo en cualquier época, sería este momento en el que las
miradas lo dicen todo.
Claro, que esta otra de Los panes de Picasso no está nada mal.
Aquí tenemos El
beso frente al hotel de ville, también muy conocida.
En esta otra, el niño mira hacia la izquierda algo que
queda fuera de la imagen, el policía a la señora y ésta a la pareja que se
besa. Genial.
La exposición continúa con las fotos que tomó, ya en
color, en 1960. En realidad, llevaba 20 años experimentando, pero éste es su
primer trabajo profesional. La revista Fortune le encargó un reportaje sobre la
construcción de los campos de golf en Palm Springs y aprovechó para retratar la
vida de los millonarios estadounidenses.
Exponen la cámara Rolleiflex con la que se tomaron
estas instantáneas, aunque también usó una Leica y una Hasselblad.