Esta entrada complementa otra anterior en la que os
hablé de una excursión en automóvil por algunos puertos de montaña puertos
suizos. Uno de ellos, el famoso, Furkapass es la antesala del glaciar del
Ródano.
La mayoría de los glaciares que vemos hoy en los Alpes
se encuentran a más de 3.000 metros de altitud. Solo los más grandes pueden
sobrevivir bajo ese límite que va subiendo conforme el calentamiento, natural e
inducido, se incrementa. El glaciar del Ródano es uno de los pocos cuya lengua
se encuentra por debajo de esa cota, descendiendo hasta los 2.200 msnm.
De todos los glaciares de los Alpes, es el más
accesible, y uno puede conducir prácticamente hasta la base. En el último
millón de años, la Tierra ha pasado por cuatro edades de hielo, conocidas como
Günz (600.000-530.000 años), Mindel (480.000 – 425.000 años), Riss (310.000 –
190.000 años) y Würm (150.000 – 15.000 años) nombres que pueden resultarnos
extraños a quienes no estamos familiarizados con los ríos de Bavaria.
La mayor parte de Suiza estaba cubierta de hielo
durante la última glaciación, mientras que la temperatura del centro de Europa
era, en media, unos 15 grados centígrados inferior a la actual. En aquella
época, el glaciar que nos ocupa era el mayor de Suiza, mientras que, en la
actualidad, ese honor (en realidad es el mayor de la Europa continental)
corresponde al Aletsch.
Las morrenas y las piedras “errantes” demasiado
grandes como para ser transportadas por humanos son los verdaderos chivatos que
nos cuentan cómo eran entonces estos ríos de hielo. La historia de los últimos
400 años está documentada por dibujos, pinturas, escritos y fotografías,
mientras que las técnicas del carbono 14 también nos ayudan a medirlos. Si nos
fijamos bien, las rocas muestran el paso de un glaciar que ha ido puliéndolas a
lo largo de los siglos y milenios.
Las primeras mediciones fiables las llevó a cabo Henri
Besson en 1777. Otras tuvieron lugar en 1826 y 1834. Por lo visto, comenzó a
fundirse con rapidez, de modo que 1870, en un periodo de 100 años, había
retrocedido unos 325 metros. Desde esa fecha, las mediciones son anuales.
Después de pagar la entrada hay que recorrer algunos metros, descendiendo por unas escaleras hasta llegar al túnel que han excavado
en el propio hielo. Es la mayor atracción del sitio, y nos divierte verlo desde
dentro, pero la tela con la que han cubierto la lengua del glaciar para
ralentizar su deshielo da una impresión penosa, siendo una muestra más de la
fragilidad de este paisaje. Nos adentramos en el túnel y agradecemos la
pasarela de madera, que nos ayuda a caminar sin resbalar.
Nos acercamos a este otro mirador, desde el que
apreciamos el valle No hace tanto tiempo estaba cubierto de hielo y es aquí
donde mejor se aprecia el enorme retroceso del glaciar.
Si bien nuestro planeta se ha calentado y enfriado sucesivamente a lo largo de los milenios, estamos en un punto de no retorno.
Los glaciares nos avisan, pero la humanidad hace oídos sordos, y dentro de muy
poco será demasiado tarde para revertir el calentamiento global.
Como siempre, el futuro depende de cada uno de
nosotros. Son decisiones que no podemos dejar en manos de políticos ineptos.