domingo, 23 de septiembre de 2018

Eclipse de Luna

Era mi última noche en Suiza antes de irme de vacaciones a Kenia, pero como soy previsor, tenía la maleta preparada y pude unirme a mis amigos para cenar algo junto al lago.

Por supuesto el tema estrella de la velada era el inminente eclipse de Luna, y para eso también iba bien preparado, con mi cámara y el teleobjetivo en la mochila. El problema era decidir desde dónde verlo, porque Zug está al lado de una montaña, el Zugerberg, que se interpondría durante la primera fase del eclipse.

Al final, optamos por dejar el lago y marchar a casa de uno de nosotros. Confiaba en el ISO de mi cámara para hacer las fotos a pulso, pero no conté con que la luz reflejada por la luna esa noche era mucho menor de lo habitual. Para complicar las cosas, una grúa se interponía estropeando las primeras tomas.

Con un poco de ingenio, conseguimos acomodar cámara y objetivo para sacar unas imágenes, si no espectaculares, al menos decentes.




Pasaban los minutos y el eclipse iba llegando a su fin.



Todavía me dio tiempo a dejar en casa una copia de seguridad por si le pasaba algo al disco duro durante el viaje; nunca se sabe…

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Bellinzona III

Ha pasado ya algún tiempo desde que os describiera nuestra excursión a Bellinzona en julio del año pasado. Lo hice en estas dos entradas, I y II. Ahora ha llegado el momento de que demos una vuelta por el tercer castillo, el de Castel Grande y por alguna de las iglesias de la ciudad.


En el centro hay un montículo sobre el que alza el castillo de Castel Grande. De hecho, hasta el siglo XIII, todas las fortificaciones se habían construido únicamente aquí, por ser el lugar de más fácil defensa. Aunque la colina en sí es bastante plana, su lado norte es muy escarpado, imposibilitando cualquier ataque por esa zona.

El castillo ha recibido varios nombres a lo largo del tiempo: el Castillo Antiguo, el Castillo de Uri (uno de los tres cantones fundacionales de Suiza) o el Castillo de San Miguel.




Como sucedió con los otros monumentos de la ciudad, tuvo sus momentos de esplendor, pero también se vio abocado al abandono y el descuido, hasta que las sucesivas reconstrucciones le fueron dando su aspecto actual.

La mayoría de los edificios de la fortaleza original fueron demolidos por los duques de Milán en el siglo XV, con el fin de disponer de más espacio en el que acuartelar las tropas necesarias para defender el acceso a través del valle.




Hoy en día se puede acceder al recinto desde el sur, subiendo por unos escalones, o a través de un ascensor excavado en la roca que nos lleva directamente a la explanada principal.


Las dos torres destacan sobre el resto de edificios. La Torre Negra se remonta a principios del siglo XIV, y la encontramos más o menos hacia la mitad del recinto. La otra, la Torre Blanca, es más antigua y menos pesada. Seguramente fue construida en el XIII, siendo sometida a modificaciones a finales del XV.




Excavaciones arqueológicas han revelado restos de asentamientos prehistóricos, así como ruinas romanas y un pozo medieval. En cualquier caso, es poco lo que queda. También encontramos los restos de una capilla dedicada a san Miguel, que se encontraba entre las dos torres. En uno de los edificios que todavía se conservan, encontramos un museo arqueológico, en otro, un restaurante.




En el siglo XIII la ciudad estaba rodeada de una muralla medieval que hoy, sin embargo, se confunde con los muros de las fortificaciones, que fueron construidos más tarde. Es complicado ver dónde empiezan y terminan unos y otras. De las primeras aún podemos encontrar un 60% en pie, si bien con modificaciones relativamente recientes. Por desgracia, tres puertas de la ciudad fueron demolidas en el siglo XIX, quedando solo una cuarta en el extremo oeste de la muralla sur.

Además de estas murallas encontramos la llamada “murata”, cuya función era bloquear la entrada al valle con el fin de evitar las incursiones enemigas. Se piensa que fue construida en tiempos de los Visconti (1422).


Habiendo visto los tres castillos, caminamos por el centro de la ciudad, pasando junto a la Chiesa di San Biagio. Los frescos de la fachada son bonitos, pero estaba cerrada, así que no nos detuvimos demasiado. Un obelisco de 1903 conmemora los cien años de la adhesión del cantón de Ticino a la Confederación Helvética.







Porque nuestro verdadero objetivo era la Iglesia de Santa Maria delle Grazie. Su arquitectura es sencilla, pero los frescos del interior no tienen desperdicio. La iglesia, al igual que al adjunto monasterio franciscano, data de finales del siglo XV.



Los frescos y estucos del interior son de los siglos XVI-XVIII. El principal es renacentista, de la escuela lombarda.








Aún tuvimos tiempo de echar un vistazo al claustro del monasterio.


En principio, esta entrada es la última que dedico a Bellinzona, un enclave de una importancia estratégica excepcional, tanto desde un punto de vista militar como comercial. Era y es, la llave a uno de los pocos pasos alpinos. Su larga historia, en la que se alternan los periodos de paz con las luchas más enconadas, dan fe de esa importancia. En la actualidad nos queda un conjunto extraordinario de edificios que podemos admirar a pesar de que algunas reconstrucciones no hayan sido del todo fieles al original. Es complicado cuando se superponen tantos asentamientos a lo largo de periodos tan extensos.