Continuamos
con este resumen de nuestro último gran viaje, recorriendo parte de la costa
oeste californiana. Como podéis ver, la niebla nos ha dado alcance mientras
dormíamos. Es relativamente pronto y tenemos la carretera para nosotros solos.
Paramos
en Salmon Creek para ver una cascada. Nuestra guía dice que sólo lleva agua
hasta mayo, pero como hay que caminar poco, nos arriesgamos. El paisaje es
bonito, aunque agua hay poca.
A pesar de la niebla, las vistas de la costa son espectaculares.
Seguimos viendo animales demasiado
acostumbrados a la presencia humana.
Pasados
unos kilómetros vuelve a salir el sol y regresan los colores del agua, de la
arena y de las muchas flores.
Nos
encontramos con la McWay Falls, una cascada que vierte directamente al mar.
También hay preciosas calas; lástima que no tengamos tiempo para llegar hasta
ellas.
La Lonely
Planet nos dice que por allí se suelen ver cóndores, y, efectivamente, una
pareja nos sobrevuela.
Después
de hacer frecuentes paradas en los muchos miradores que hay por el camino,
llegamos a Bixby Bridge, un puente construido en 1932.
Pero
nuestro destino principal es Punta Lobos. Aquí la fauna es abundante. Lobos
marinos, focas, nutrias, cormoranes, gaviotas, pelícanos, aves cuyo nombre no
conozco e incluso un gazapo que casi piso sin querer, tan tranquilo estaba.
El sol va
descendiendo y muchas aves buscan un merecido descanso mientras las playas se
vacían de gente.
Dormimos
en Carmel-by-Sea, porque a la mañana siguiente queremos visitar su famosa
misión. Es una localidad muy tranquila con muchos restaurantes que la animan a
la hora de cenar.
Dos semanas es una gota de agua. Nos
hemos dejado cosas por ver en los parques, y la costa da para mucho más de lo
que nosotros hicimos. La falta de tiempo fue una constante del viaje, el precio
que hemos de pagar por ser meros turistas con el tiempo muy limitado en vez de
verdaderos viajeros.
Próxima parada: San Francisco.