lunes, 23 de junio de 2014

Sin vacaciones

Las vacaciones a las que hice mención en mi anterior entrada se volatilizaron. Puede que mis ilusiones volaran, pero yo me quede en tierra, compuesto y sin novia, con cara de alelado.

Se ve que Estados Unidos se nos resiste. Después de dos años intentando ir a Yellowstone sin éxito, tampoco pudimos ver Yosemite, así que tenemos que conformarnos con una foto de San Francisco sacada de la Red. El viaje ha quedado pospuesto sine die.


Ya he dicho alguna que otra vez que esto de viajar tiene sus imprevistos y que más vale amoldarse a ellos en vez de quejarse amargamente. Trenes que retrasan dieciocho horas en la India, vuelos que se cancelan en Escocia, habitaciones que no se abren en Francia, monumentos cerrados sin aviso en España o Italia, huelgas en Chile, la lista es interminable, y este tropiezo es sólo uno más.


En fin, volveremos a la carga en un futuro próximo, porque yo no me quedo sin ver San Francisco. Ni Yellowstone.

miércoles, 4 de junio de 2014

Triftbrücke

Una entrada muy larga, lo sé, pero me voy unos días de vacaciones y os dejo tiempo para disfrutarla con calma.


El transporte público en Suiza es muy bueno, es puntual y te lleva a casi todas partes, lo que no quita para que a veces haya que hacer unas cuantas conexiones como es el caso en esta excursión, en la que tuvimos que tomar dos trenes y dos autobuses en cada sentido.

Estamos a mediados de octubre, es viernes y pensamos ir mañana sábado a las cascadas del Rin, pero hemos visto este puente colgante en la Red y como es el último fin de semana del año en el que se puede hacer uso del teleférico, inmediatamente cambiamos de planes.

Madrugón. Nos levantamos a las seis y media de la mañana y comenzamos nuestra tournée de estaciones, trenes y autobuses hasta llegar al Triftbahn. El paisaje desde el tren es precioso a esta hora del amanecer. Lagos, verdes colinas y pequeños pueblos se suceden hasta que nos acercamos a las montañas nevadas.







El teleférico es pequeño y sólo cabemos ocho personas de pie. Lo tienen bien organizado y nos dan una tarjeta con la hora de vuelta. Hemos calculado dos horas de subida, dos de bajada y dos en el puente.



Al llegar vemos este embalse de juguete con el color del agua típico de un glaciar.


Atravesamos un puente y enseguida comienza la ascensión, que nos lleva dos horas, aunque si estáis en forma se puede hacer en menos tiempo. Las agujetas se encargarán de recordárnosla los días siguientes. En las fotos se puede apreciar cómo el embalse va quedando atrás.



El sol continúa bajo y la mayor parte del recorrido lo hacemos a la sombra. ¿Dónde están los 18 grados de la predicción meteorológica?


Según esto se puede llegar al puente por los dos caminos, pero algo me dice que el de la izquierda es mucho más fácil.


En efecto, esta parte es bastante llana y sólo tenemos que mirar dónde ponemos los pies, porque el precipicio es respetable. Allá al fondo corre el río que hemos atravesado antes.


El puente es espectacular. No en vano está entre los más largos y altos del mundo dentro de su clase. Algunos datos: 170 metros de largo, 100 de alto, 7.5 toneladas de acero, 6.500 tornillos y 340 planchas de madera.



Mi amiga sufre de vértigo, pero fue ella la que propuso la excursión, que conste. Eso sí, me costó un poco convencerla para que se soltara en mitad del puente. No hay peligro de caerse, pero el cerebro te grita que te agarres.




A un lado tenemos el glaciar Trift, al otro el cañón por el que discurre el río. El glaciar ha retrocedido en las últimas décadas, aunque ahora es el final del verano y tiene aún menos hielo. Mide unos 5 km de largo y ocupa un área de 16.6 km cuadrados (Wikipedia).









Como es lógico, tardamos bastante menos en bajar, pero hubo suerte y pudimos coger un teleférico anterior al que nos correspondía.