domingo, 17 de diciembre de 2023

Feliz Navidad

Termina un año de sentimientos encontrados, con la alegría de disfrutar de los míos (ojalá pudiese verles más a menudo), de recuperar los viajes a sitios exóticos, de vivir en Suiza junto a un buen puñado de fantásticos amigos…




Pero también con la tristeza de ver que España se descompone sin remedio, en una deriva que no por prevista es menos dolorosa. Romper con la separación de poderes, entre muchas otras cosas gravísimas, es destruir el templo de la democracia, y solo traerá más violencia, desigualdad y pobreza. Por desgracia, una amplia parte de la población prefiere mirar para otro lado si es que no busca activamente este despropósito.




Una vez más, a pesar del párrafo anterior, quiero dar las gracias a todos los que pasáis por aquí, comentéis o no. Desearos unas muy felices Fiestas y que empecemos el 2024 de la mejor de las formas.

viernes, 24 de noviembre de 2023

El gran farol

Con varias docenas de libros en casa, pendientes de leer, y todavía fui con ilusión para recoger la última obra de Maria Konnikova, una rusa de nacimiento, pero estadounidense de adopción desde que sus padres se mudaran cuando ella contaba cuatro años.




Doctora en psicología por la Universidad de Columbia, y con Steven Pinker como mentor, se interesó por el papel que el azar desempeña en nuestras vidas, preguntándose cuánto podemos controlarlo.

[…] llevo muchos años esforzándome por establecer un equilibrio entre la suerte y el control de la vida que llevamos, de las decisiones que tomamos.

[…] como muchas otras personas antes que yo, quise saber qué parte de mi vida había sido responsabilidad mía y qué parte había sido tan solo pura suerte.

[…] Puedes mostrarle a la gente todas las gráficas que quieras, pero no lograrás cambiar su percepción del riesgo o influir en su toma de decisiones.

Esto último lo conozco bien, pues llevo años defendiendo a los tiburones sin que haya cambiado la percepción de (casi) nadie. Es solo un ejemplo, pero nos muestra cómo de arraigados tenemos los humanos los prejuicios…

Para responder a sus propias preguntas, la autora eligió el póker, un juego completamente desconocido para ella, pero que la encumbró hasta convertirla en campeona internacional gracias, entre otras cosas, a los consejos de Erik Seidel, un jugador profesional. El popular juego de cartas nos revela mucho del comportamiento humano y esa es la parte del libro – la primera mitad – la que más me interesó.

[…] la suerte es un amigo o un enemigo a corto plazo. La habilidad brilla en el horizonte a lo largo del tiempo.

[…] Cuando las cosas van mal otras personas creen que se trata de la injusticia que siempre les rodea. […] Lo toman como algo personal, no saben cómo perder, cómo aprender a partir de la derrota. No dan un paso atrás para analizar sus propias decisiones, su propio juego, para saber dónde lo hicieron mal.

¡Cuánta gente le echa la culpa al empedrado sin reconocer sus propias limitaciones, sus propios errores!

Supongo que adentrarte en las primeras páginas, recorrerlas capítulo a capítulo, y ver tus propias ideas expuestas de una forma amena e inteligente influye mucho en mi percepción del libro. No en vano, a todos nos gusta que nos reafirmen en nuestras opiniones.

Es un libro para los que pensamos que hay que jugar con las cartas que nos han tocado sin poder elegirlas, pero de una forma activa, tomando decisiones y responsabilizándonos de nuestros errores. Claro que la suerte de la mano importa, pero lo que de verdad cambia el panorama es cómo decidimos jugarla.

[…] El modo en el que pensamos sobre la suerte tiene consecuencias reales sobre nuestro bienestar emocional, sobre nuestras decisiones y sobre la forma en que de manera implícita, vemos el mundo y el papel que desempeñamos en él.

[…] Como la vida es como es, la suerte siempre formará parte de todo lo que hagamos o emprendamos. Las habilidades pueden abrir nuevos horizontes, nuevas posibilidades, pueden permitirnos ver la oportunidad que otros menos hábiles que nosotros, menos observadores, menos aplicados, se pierden, pero si el azar va en nuestra contra, solo podemos mitigar los daños.

Ya para terminar, porque podría extenderme aún más, es un libro que nos enseña que no somos criaturas racionales y que nada hay tan enquistado como una idea.

[…] En 2018, Kaitlin Wooley y Jane Risen demostraron que las personas suelen evitar de manera activa la información que podría ayudarles a tomar una decisión más razonada cuando su intuición, o sus preferencias internas, ya habían elegido.

En fin, que lo he disfrutado mucho.

miércoles, 8 de noviembre de 2023

Kenia 2.0

Hace poco que regresé  de Kenia y alguno se preguntará por qué repito países o, en este caso, incluso parques nacionales. Bueno, soy de los que piensan que ningún lugar termina por conocerse del todo, independientemente de las veces que vayamos.





Además, en 2018 fui solo, mientras que ahora me han acompañado dos estupendas amigas con las que es un privilegio viajar. Por si fuera poco, una se estrenaba en esto de los safaris, y eso es siempre un aliciente.





Si el viaje de hace unos años duró una decena de días y se concentró en dos parques nacionales, ahora hemos recorrido buena parte del país durante dos semanas. Muchos kilómetros, parques y reservas, todos ellos llenos de animales maravillosos.





Porque ese era el propósito principal del viaje, disfrutar de la abundante fauna africana y, en mi caso, descubrir especies nuevas. Os aseguro de que lejos de decepcionarnos, Kenia nos ha encantado. La mejor noticia es que el país es enorme y me quedan todavía muchos más viajes a esta región de África.





Ya estoy preparando las entradas con las que pienso daros la lata a mi ritmo habitual. De momento, dar las gracias a Topo Safaris, la empresa que ha cuidado de nosotros todos estos días. Las fotos son del anterior viaje ya que me llevará un tiempo clasificar las nuevas.

martes, 24 de octubre de 2023

Patricia Janečková

No era mi intención desaparecer tanto tiempo sin dar explicaciones, pero es que últimamente la vida no me da para más. A las vacaciones se le han sumado viajes de trabajo y esta entrada, que no estaba ni prevista ni preparada.

Sergio Leone es uno de mis cineastas preferidos, y su película “Hasta que llegó su hora” (C'era una volta il West, 1968) es de las que no me canso de ver. Hay una escena sin diálogo en la que Claudia Cardinale llega a la estación y su cara va cambiando cuando descubre que nadie ha ido a recogerla, que se encuentra entre las mejores del cine. Por si fuera poco, la banda sonora es de Ennio Morricone.

Todo lo anterior es para explicar que hace varios meses, Youtube me propuso un vídeo en el que una joven Patricia Janečková cantaba uno de los temas del film. Debía tener entonces doce o trece años. Os dejo aquí el enlace por si le queréis echar un vistazo: https://www.youtube.com/watch?v=_1e9Mtygzgk

Busqué información sobre esta soprano eslovaca nacida en Alemania, en Münchberg, y descubrí que acababan de diagnosticarle un cáncer de mama y que dejaba temporalmente los escenarios hasta haberse recuperado.

Se lo contaba también a sus fans en su cuenta de Instagram, donde subió luego algunas fotos de su tratamiento y de su reciente boda en junio de este año. Hace unas semanas, Youtube me proponía otro vídeo; un tributo que le rendía sentido homenaje, y fue así como me enteré de que mientras yo aterrizaba de vuelta en Suiza, ella partía para siempre con tan solo veinticinco años. Y a mí, que apenas escucho música y que tengo pocos referentes, la verdad es que me ha impactado.



La foto la he tomado de su perfil de Facebook.

A veces la vida es así de injusta, con noticias que nos entristecen, pero he querido cambiar la entrada prevista no solo para rendirle homenaje, sino también para concienciar a hombres y mujeres de la necesidad de tomar medidas preventivas independientemente de la edad que tengamos. Y sí, los hombres también estamos expuestos al cáncer de mama.

Otro día volveré con noticias más alegres, espero.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Skydive Luzern

Saltar en tándem desde un avión es de esas cosas que siempre he querido hacer pero que requería de un empujoncito, nunca mejor dicho. Afortunadamente, la mujer de un amigo le regaló un vale por su cumpleaños y, como él no quería ir solo, al final terminé por acompañarle.




Queríamos saltar en un día soleado y tuvimos que esperar todo el verano hasta la icónica fecha del 11 de septiembre de 2021 para acercarnos al cantón de Lucerna, a unos 45km al sur de donde vivimos. Fue en esa media hora de coche cuando la tranquilidad de los días previos fue dando paso a la excitación y el nerviosismo de vernos envueltos en esta pequeña aventura.




Debido a las precauciones propias de la Covid-19, nos dividieron en grupos para reducir el número de pasajeros y nos tocó esperar otra hora y media, momento que aprovechamos para ver cómo iban llegando otros paracaidistas, apreciando el cuidado con el que guardaban todo en las mochilas. No en vano, su seguridad depende de ello; y la nuestra también.





Thomas nos enseñó en un cursillo rápido, el arnés que llevaríamos, las posiciones que deberíamos adoptar en el salto, la posterior bajada y cómo afrontar el aterrizaje final. No hay tanto que hacer y lo más importante es facilitar la labor al que carga con nosotros, estorbando lo menos posible.




Tranquiliza saber que hay dos paracaídas y que uno de ellos se abre automáticamente a cierta altitud por si, palabras textuales, alguno se duerme en la bajada.




Llenos de expectación, caminamos por la pista hacia nuestro avión. Tiene capacidad para quince personas, pero éramos diez, cuatro clientes con sus respectivos paracaidistas profesionales y dos cámaras que habíamos contratado para que documentaran el salto.






El avión despegó y enseguida inició el ascenso hasta algo menos de 4.000 metros. Nosotros íbamos sentados, mirando hacia atrás en lo que parecía un tubo de pasta dentífrica con una puerta que se abría como una cortina. Por la ventanilla, pero también por la puerta, que abrieron para tener más ventilación y menos calor, atisbábamos el paisaje de campos, poblaciones y lagos que íbamos dejando atrás.






En mi caso, ese fue el momento de más incertidumbre, cuando ves el suelo alejarse mientras piensas que en unos minutos vas a estar sentado con las piernas colgando a varios miles de metros de altura. Menos mal que tenía muy claro que quería saltar y que, por mi forma de ser, en situaciones como ésta confío ciegamente en los profesionales. No en vano, ellos lo hacen unas 8-9 veces al día.






Mi amigo fue primero, y yo inmediatamente después. Nos habían pedido que echáramos la cabeza hacia atrás y que nos sujetásemos con las manos al arnés por motivos de seguridad, aunque yo sospecho que la verdadera razón es evitar infartos, je, je.






Entonces, empiezas a caer ganando rápidamente velocidad, y el corazón se te sube a la garganta durante unos escasos segundos. Según nos dijeron, se alcanzan los 200 kilómetros por hora, algo que se aprecia en cómo se pliega la piel por la fuerza del aire.






Enseguida nos tocan en los hombros, que es la señal acordada para que abramos los brazos mientras caemos. Son cincuenta segundos de pura velocidad en caída libre hasta que se abre el paracaídas, tras lo cual nos quedan otros tres o cuatro minutos hasta tocar tierra.

 





Se trata de un salto relativamente largo para los estándares militares, pero que se pasa demasiado pronto y enseguida quieres volver a repetir. Me recuerda a cuando de niños nos tirábamos por el tobogán y ya estábamos subiendo otra vez por la escalera.





Tom me dejó gobernar el paracaídas, girando primero hacia un lado y luego hacia el otro, para retomar pronto el control según nos acercábamos al punto de aterrizaje. Allí nos esperaba más personal, empuñando cámaras de vídeo.





Aterrizas y no eres consciente de lo que has hecho; es unos minutos después cuando te viene la ola de euforia que te hace reír sin parar. Hay quien decide saltar sin contratar fotos ni vídeo, pero nosotros teníamos claro que queríamos ambos, al menos en esta primera vez. Es caro, pero el recuerdo dura para siempre.





Tuve muchas dudas sobre si tirarme con o sin gafas, y al final decidí llevarlas, lo que fue una decisión acertada, pues te dan un protector para evitar que se caigan. Por supuesto, vaciamos todos los bolsillos antes de subir al avión.




Los dos somos carnívoros empedernidos, y ya teníamos pensado el restaurante donde iríamos a almorzar, un viejo conocido en el que sirven una carne estupenda que devoramos en un santiamén.




En resumen, para los que quieran saltar, menos miedos y adelante, que es una experiencia inolvidable siempre que se haga con los medios y las personas adecuadas. Porque me gustaría aclarar una cosa, más aún después de la reciente desgracia con el submarino que pretendía visitar el Titanic. Siempre existe la posibilidad de que haya accidentes, aunque estés en el salón de tu casa, pero hay una gran diferencia entre contratar buenos profesionales que cuenten con el equipo adecuado e ir a tu aire o con piratas sin medios ni experiencia suficiente. Nunca recomendaría hacer una actividad de riesgo sin haber comprobado antes los estándares de seguridad. Dicho esto, el paracaidismo en tándem lo considero seguro. Nadie que salte una decena de veces al día sobrevive si no lo fuera.

viernes, 18 de agosto de 2023

Tropiquarium de Servion

Servion queda bastante lejos de donde vivo, y necesito tomar dos trenes y un autobús que hacen que la excursión dure unas tres horas por sentido, así que aproveché que el lunes 1 de agosto era fiesta para acercarme el día anterior. Las vistas son del lago Leman y los viñedos los saqué desde el tren.





Hacía un calor del demonio, y pronto descubrí que visitar un lugar de ambiente tropical no era la mejor de las ideas, pero ya era tarde para dar la vuelta y, además, enseguida me entretuve con las muchas especies que podemos ver allí.




Aunque tiene muchísima luz natural, los reflejos dificultan mucho las fotos y el tamaño de algunos animales, a los que se les da la posibilidad de esconderse o pasar desapercibidos, tampoco ayuda.




Se trata de un zoológico bastante especial que da cobijo a algunas especies que están en riesgo de extinción junto a muchas otras que simplemente habitan en los trópicos. A lo largo del recorrido son numerosos los carteles que nos recuerdan que debemos respetar su tranquilidad.




De esta forma, podemos encontrar anfibios, lagartos, serpientes y arañas junto a geckos, tortugas, caimanes, pingüinos, avestruces y peces.






Los senderos son accesibles para carritos de niños o sillas ruedas, hay un aparcamiento para los que usen el coche y un par de líneas de autobús, así como una cafetería y una zona de picnic.






En la página web publican las horas en las que los animales son alimentados.






El tren de vuelta lo tomé en otra estación, así que pude ver los campos de esta parte de Suiza, desde un cómodo autobús que tenía para mí solo.






El verano de 2022 nos compensó con creces por las lluvias y el tiempo desagradable del año anterior, aunque aquí también estaban entonces preocupados con la sequía.