Hacía meses que no disfrutaba de un día
tan soleado y agradable como éste y me alegré de haber vencido la pereza
(tampoco es me costara mucho que digamos).
En la
entrada anterior nos habíamos quedado en el descenso para ver este lago.
Saco
algunas fotos de Engelberg desde las alturas y enseguida me encamino hacia el
agua.
El
paisaje es espectacular, y sólo me sobran los muchos rastros de presencia
humana, que son los mismos que me han permitido llegar hasta aquí sin esfuerzo.
Me digo que en Suiza hay suficientes lagos vírgenes y que no pasa nada por
sacar rendimiento económico de algunos. Desde aquí se ve la montaña de la que
vengo.
En el lago hay barcas disponibles
para quien quiera remar un rato.
Y un restaurante. Me acerco, pero
prefiero dar la vuelta al lago a comer.
Como voy
bien de tiempo, me echo un sueñecito, tumbado en la hierba, y con estas vistas.
Reinicio
el camino, no sea que se me haga tarde y tenga que bajar andando hasta
Engelberg.
Voy buscando los reflejos, pero el
agua no está completamente quieta.
Me fijo
en las montañas que me circundan, en el ambiente tranquilo y sereno que se
respira.
Más
reflejos. Puede que haya muchas fotos parecidas, pero es complicado
seleccionarlas.
A media tarde, porque aquí cierran
todo bastante pronto, tomo el teleférico. Mis amigos han mandado mensajes y
esta noche toca cena japonesa. Un sacrificio más...
Como ésta es la última entrada del
año aprovecho para desearos una muy feliz Navidad. Muchas gracias por haberme
acompañado con vuestros comentarios, que son siempre bienvenidos y apreciados.
¡Feliz 2015!.