jueves, 27 de abril de 2023

Desayuno con partículas

Llevaba mucho tiempo detrás de este libro y, por fin, hace unos meses conseguí comprarlo y leerlo. Quiero advertiros, sin embargo, que no soy muy partidario de recomendar libros, porque, al fin y al cabo, los intereses y gustos de cada uno pueden ser muy dispares, y este, en concreto, es muy específico. Si publico estas entradas es más por darlos a conocer que por otra cosa.

A pesar de que la física cuántica no suele ocupar mucho tiempo en nuestros pensamientos, sí que está muy presente en nuestras vidas. Y lo hace sin que seamos conscientes de ello.





Sonia Fernández-Vidal nació en Barcelona y es doctora en Física Cuántica. En 2003 trabajó en el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) en el proyecto del nuevo acelerador de partículas Large Hadron Collider (LHC), un lugar que quiero visitar a toda costa pero que por un motivo u otro se me escapa.

El lenguaje de la ciencia es abstracto, muy preciso y demasiado lejano para la mayoría de los mortales, pero la autora, que es una gran comunicadora a la que da gusto escuchar, hizo un esfuerzo por hacer inteligible algo tan contra intuitivo como es la física cuántica. Y lo hace de una forma amena y sencilla que nos atrapa desde el principio en este volumen de algo menos de trescientas páginas.

Puede que nos parezca una teoría nueva o moderna, pero la palabra cuántica ya surgió en 1900 gracias a Max Planck.

He apuntado infinidad de referencias, pero me quedo con estos tres ejemplos: Creemos que los átomos son algo relativamente sólido, con un núcleo alrededor del cual giran los electrones, pero lo cierto es que están casi completamente vacíos. Si el núcleo tuviese el tamaño de una pelota de ping pong y colocásemos ésta en el centro de un inmenso estadio de fútbol, los electrones serían como una cabeza de alfiler y darían vueltas desde la grada más alejada. El resto está vacío. 

No somos conscientes de que cuando nos sentamos en una silla en realidad no la estamos tocando, sino que flotamos sobre ella debido a que las cargas eléctricas se repelen. Nuestros sentidos nos engañan vilmente.

De la misma manera, si juntásemos todos los átomos de todos los humanos que habitamos la Tierra en este momento, sin considerar esos espacios vacíos entre las partículas, tendríamos el tamaño de un terrón de azúcar. ¿No os parece asombroso?

En opinión de la autora, y yo estoy de acuerdo, lo más fascinante está por llegar.

Sin embargo, no todo son buenas noticias. En un encuentro que podemos visualizar en Youtube, se quejaba de que en España se invertía menos en ciencia en el 2020 que diez años atrás. Me entristece ver que a menudo protestamos por tonterías mientras dejamos de lado las cosas verdaderamente importantes. Este otro vídeo me gusta más, aunque repite varias cosas.

Vivimos en un mundo en el que algunos nos quieren analfabetos, sometidos y sumisos, pero también encontramos en él personas como Sonia que se empeñan en sacar la ciencia de las universidades y laboratorios, exponiéndola ante el gran público para que el conocimiento fluya y crezca. Como casi siempre, la decisión sobre qué hacer y a quién escuchar es nuestra.

jueves, 13 de abril de 2023

Museo Richard Wagner en Lucerna

Suiza es un país relativamente pequeño, pero está plagado de lugares interesantes que conviene visitar. Llevaba mucho tiempo queriendo ir a la casa donde Richard Wagner pasó seis años (1866-1872) junto a su segunda esposa, Cosima, y sus hijos, en Tribschen, a orillas del lago de Lucerna, pero por unas cosas y otras, los fui posponiendo.





Es un paseo de una media hora desde la estación de tren, y si bien los edificios no son gran cosa, las vistas del lago sí merecen la pena. En los días claros se distinguen las montañas en el horizonte, una estampa que aún me sigue sorprendiendo después de diez años.




La mansión alquilada por la familia Wagner pertenecía al coronel Walter Am Rhyn, de a una familia patricia de Lucerna que la había comprado como residencia de verano en el siglo XVIII, pero sus orígenes se remontan al siglo XV por mucho que su apariencia actual sea atribuida a 1800.






Tras la marcha del compositor, el lugar permanecería cerrado durante largos periodos hasta que fue adquirida en 1931 por la ciudad de Lucerna junto con el parque de 30 000 m², con la intención de abrirla al público, algo que sucedería un par de años más tarde. Actualmente podemos disfrutar de una estupenda colección de unos 1600 objetos en la planta baja de la residencia.








El museo cierra en invierno, o puede que os pille un poco a trasmano, pero podemos admirar su colección en Internet. Hay fotografías, manuscritos, y pinturas distribuidas en cinco habitaciones; también prendas de vestir y mobiliario pertenecientes a la familia, así como el famoso busto de Wagner, en bronce fundido, de Fritz Schaper. También hay un Erard grand piano, que data de 1858.








Durante esos años, la familia recibió la visita de algunos personajes ilustres como Franz Liszt, Friedrich Nietzsche o el rey Luis II de Baviera.





En 1870, Richard Wagner compuso una serenata en honor del 33 cumpleaños de su esposa, con la que se había casado ese mismo año. La "Tribschener Idyll" (el Idilio de Sigfrido), fue tocada por primera vez en las escaleras de la residencia.




En palabras del propio compositor, “Dondequiera que dirijo mi mirada, estoy rodeado por un mundo mágico aquí; No conozco otro hogar en la tierra más hermoso, de hecho, ninguno más cómodo que este”.