miércoles, 31 de marzo de 2010

Mil soles espléndidos

La dureza de Cometas en el cielo es un juego de niños comparada con la de este libro. Han sido varias las veces he tenido que pararme a tomar aire, asqueado por la crudeza con la que se describe la vida en Afganistán.

Es un libro difícil de leer que te abrirá las puertas de una forma de vida retrógrada, bárbara y brutal, presidida por la violencia y la absoluta falta de derechos. Ya la conoces, ya sabes que existe, pero querrás seguir olvidándola.

Me pregunto qué pasaría si dedicásemos cinco minutos en cada telediario a denunciar estas barbaridades en lugar de repetir siempre los mismos lugares comunes. Quizás pudiésemos despertar entonces esa conciencia colectiva que yace ahora muerta entre los pliegues de nuestra felicidad y comodidad occidentales.

Pero parece que no interesa. Es evidente que no. Prefieren darnos la versión parcial y partidista de siempre.




Según palabras del propio autor, al comienzo de sus agradecimientos:

“Desde hace casi tres décadas, la crisis de refugiados afganos ha sido una de las más graves del planeta. Guerra, hambre, anarquía y opresión obligaron a millones de personas – como Tariq y su familia – a abandonar sus hogares y huir de Afganistán para instalarse en los países vecinos de Irán y Pakistán. En el punto álgido de este éxodo, había ocho millones de refugiados afganos fuera de su país. Actualmente, más de dos millones siguen viviendo en Pakistán.”

martes, 16 de marzo de 2010

Miguel Delibes

Es curioso, porque para esta entrada tenía previsto un homenaje a un hombre excepcional, solo que no era éste. Miguel Delibes, uno de nuestros más grandes escritores, se ha colado de forma imprevista.

Foto EFE


No se trata de escribir ningún panegírico, porque otros ya lo han hecho, sino de rendir homenaje con esta humilde entrada a un autor con cuyas obras he disfrutado muchísimo. No dejéis de acercaros a ellas si tenéis ocasión.

Delibes describe de forma precisa, amena y sentida una tierra, Castilla, y unos personajes que en nada se parecen a los hombres del siglo XXI. Un pasado cercano en el tiempo pero tan alejado por las nuevas tecnologías que apenas si lo reconocemos. Tal y como escribió Pedro Cáceres, "dentro de poco, habrá que leer a Miguel Delibes con el diccionario en la mano."

La sombra del ciprés es alargada (Premio Nadal 1947) fue su primera novela. Después llegarían El camino, La hoja roja y la excepcional Cinco horas con Mario. Nunca olvidaré la interpretación que Lola Herrera nos brindó de este monólogo tan especial en el que las ideas están engarzadas como las cuentas de un collar. Se reiteran, y las hacemos nuestras.


Por no hablar de Los santos inocentes, El disputado voto del señor Cayo, Mi idolatrado hijo Sisí y muchas más que pienso releer en cuanto pueda.

Ese tema tan recurrente en sus novelas, la muerte, se ha presentado y se lo ha llevado. Él mismo le había abierto las puertas, sobre todo después del deceso de su mujer, de su mejor mitad, como la describió en más de una ocasión.

Vamos a echar de menos a un hombre cabal, inteligente y mesurado, que no se rindió ante los poderes establecidos y que nos avisó hace bastantes años de los peligros del progreso.

lunes, 1 de marzo de 2010

Boudica

No recuerdo muy bien cómo llegué a saber de la reina de los icenos; creo que me lo comentó un amigo al que le gusta la historia, y que poco después pusieron un documental en la tele, pero no estoy seguro.

Más tarde leí el libro de Graham Webster, de donde he sacado la mayor parte de las ideas para esta entrada. Se trata de un relato muy concienzudo en el que se describe con detalle la arqueología en el Reino Unido y la historia de Boudica, por lo que sólo me atrevo a recomendarlo a los que estén interesados en el tema.


Espero que seáis comprensivos con las fotos, que fueron sacadas con un móvil en vez de con mi cámara habitual. Esta escultura está en Londres, muy cerca del parlamento, y no sé cuántas veces habré pasado, como tantos y tantos turistas, por allí al lado, sin saber de quién se trataba.

Parece que los icenos, que habían llegado desde los actuales Países Bajos, eran uno de los muchos pueblos que buscaron la alianza con Roma en el siglo I. Hay que tener en cuenta que la conquista de Britania fue bastante accidentada, con pocos periodos de paz y con frecuentes rebeliones, fomentadas por unos druidas reacios a asimilar las costumbres romanas. Estos druidas procedían de las clases altas, y eran hombres educados que tenían mucha influencia. No pertenecían a ningún clan, sino que iban de una tribu a otra, gozando de la protección general.

El terreno y el número de efectivos favorecían a los britanos, que con sus tácticas de guerrilla ganaron muchas batallas, pero los romanos contaban con un ejército profesional mucho más ordenado, acostumbrado a largas marchas y con un armamento muy superior.


En aquella época, las alianzas de los romanos con otros pueblos no tenían un carácter hereditario, por lo que a la muerte del marido de Boudica se entendía que todos sus bienes pasarían a formar parte del Imperio. La falta de tacto de los romanos, que consideraban a los britanos como unos bárbaros aún por civilizar, prendió la chispa de la rebelión.

Boudica, cuyo nombre significa victoria, esperaba mejor trato de sus aliados, pero sometida y humillada por estos, consiguió que su pueblo se alzara en armas contra ellos y los tuvo contra las cuerdas, destruyendo tres ciudades romanas, Camolodunum, Londinium y Verulanio (las actuales Colchester, Londres y St Albans), hasta que una suma de errores les precipitó al desastre.


El lugar donde se desarrolló la batalla final está aún por identificar, pero gracias a Tácito se sabe que los romanos, una vez reunidas sus legiones, supieron elegir el emplazamiento con acierto. Protegidos sus flancos por un denso bosque, obligaron a los rebeldes a atacarles en un frente estrecho, mientras su caballería les rodeaba.

De esta forma consiguieron equilibrar las fuerzas, y su mayor disciplina y veteranía hizo el resto. Se estima que 40.000 britanos murieron ese día. No está claro cómo falleció
Boudica, pero si hacemos caso de Tácito, se envenenó para evitar caer prisionera.