martes, 27 de agosto de 2013

Mi lugar de lectura


La vida en Zug es muy tranquila, más aún si cabe durante el fin de semana por mucho que la gente salga a la calle y llene las terrazas.

Como vivo a una manzana del lago, aprovecho que hace buen tiempo para acercarme a leer a uno de los muchos bancos que hay junto a la orilla.





La gente pasea sus perros, disfruta del sol y de la brisa fresca, se acerca al chorro de agua para hacerse fotos o como el sábado pasado, toca algo de música.



Una pareja de recién casados, que había venido en busca de la típica instantánea terminó por ponerse a bailar.



Reconozco que era reacio a comprarme un ebook, de hecho sigo adquiriendo libros en papel, pero el libro electrónico es todo un invento. Llevas varios libros a la vez, puedes saltar de uno a otro sin que abulte ni pese, y es la compañía perfecta para esos momentos sueltos.

Sé que estas mañanas junto al lago tienen fecha de caducidad y que dentro de poco tendré que buscarme otro lugar de lectura, pero de momento son un aliciente más para vivir en Zug.

sábado, 17 de agosto de 2013

Trenes


No soy nada original al comprar las oportunidades con trenes que pasan a nuestro lado, pero es la mejor metáfora que conozco, y ese medio de transporte abunda por aquí.

En este caso se puede decir que el tren me arrolló a pesar de llevar tiempo esperándolo en el andén, porque tuve que subir en marcha, sin pensarlo demasiado. Casi sin darme cuenta vuelvo a residir fuera de España, solo que esta vez es por tiempo indefinido.



Quién me iba a decir hace diecisiete años, cuando llegué a Baar de visita, que iba a terminar trabajando allí (aquí).



Baar, Zug, que es en donde vivo, han cambiado mucho. Ya no se parecen a esos pueblos con tres calles mal contadas que conocí entonces. Se han convertido en ciudades dormitorio para los extranjeros que hemos venido aquí al calor de las multinacionales; y siguen creciendo.

Se trata de un ambiente cosmopolita, de gente predominantemente joven en donde lo habitual es hablar tres o cuatro idiomas. Y el que no los habla los está aprendiendo a toda máquina. Igual que en España, vamos.