miércoles, 5 de febrero de 2025

El museo egipcio de Turín I

Decíamos ayer…

No era mi intención abandonar el blog durante tanto tiempo, pero la pausa de un par de semanas por vacaciones se convirtió en varios meses de inactividad, por lo que os pido disculpas.

No consigo recordar desde cuando quería visitar este sitio, pero os aseguro que hablamos de muchos años. Por fin, en junio de 2023, el sueño se hizo realidad. Porque es evidente que esta cultura tan antigua tiene algo que nos atrae sin remedio. Cada vez que hay una exposición, las colas son kilométricas, y cualquier documental serio, capta inmediatamente nuestra atención. Todo ello sin mencionar una posible visita que nos permita ver los monumentos en directo, como la que llevé a cabo en 2008.







La entrada, más que larga, es eterna, y eso que la he tenido que dividir en dos partes, ya que, sin darme cuenta, pretendía subir cincuenta fotos. Sabía de este museo, el más antiguo de Europa sobre esta temática y el segundo mejor del mundo tras el de El Cairo, y por una vez, era consciente de dónde me metía. He de decir que mis expectativas se han visto superadas.






Vi que el museo avisaba de que había momias expuestas en algunas de las vitrinas, por lo que replico la idea por si alguien no desea verlas y advierto de que en esta entrada aparecen fotos de ellas.




Cuando fue fundado en 1924, las colecciones se guardaban en un edificio llamado Collegio dei Nobili, construido según un diseño de Michelangelo Garove. Allí estaban los primeros objetos de la colección Drovetti, adquiridos por el rey Carlo Felice. Posteriores modificaciones, llevadas a cabo por Giuseppe Maria Talucchi y Alessandro Mazzucchetti, adaptaron mejor el edificio, abriéndose al público en 1832.







Además de las antigüedades egipcias había otras, romanas y prehistóricas que fueron incorporadas junto con una sección de historia natural. Todavía durante el siglo XIX, varias colecciones privadas de menor tamaño, junto con intercambios con otros museos, irían sumando objetos.







Entre 1903 y 1937, las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en Egipto por Ernesto Schiaparelli y Giulio Farina aportarían unas 30,000 piezas a un museo que sería reorganizado una primera vez en 1908 y una segunda más importante en 1924, año en el que el rey hizo una visita oficial.






Las obras no terminaron aquí, sucediéndose posteriores renovaciones en los años treinta y ochenta del pasado siglo. Particularmente importante fue la reconstrucción del templo de Ellesiya, donado por el gobierno egipcio en reconocimiento por la ayuda italiana durante el rescate de los templos nubios que iban a quedar bajo las aguas de la presa de Asuán. El templo fue cortado en 666 bloques que fueron transportados a Turín en 1970.






Por desgracia, solo pude ver su fachada (gran decepción) porque el interior estaba en obras. Hasta donde yo sé, hay cuatro templos fuera de Egipto, de los cuales he visto tres: el templo de Debod en Madrid, el templo de Dendur en Nueva York y este de Turín. Solo me falta el de Taffa, en Leiden (Países Bajos). En el enlace hablan de cinco templos fuera del país africano, pero se olvidan de que el templo de Abu Simbel, aunque no está en su ubicación original no salió de Egipto.




He sacado toda la mayor parte de la información histórica de la página oficial del museo, disponible en inglés o en italiano. En ella encontráis muchas más cosas de las que ya os he contado. Hoy lo dejamos aquí, con la intención de continuar dentro de unos días.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Ascona

No era la primera vez que me acercaba por esta localidad del sur de Suiza. Entonces, allá por el 2017 apenas habíamos pasado un par de horas, mientras que en esta ocasión nos quedaríamos un fin de semana.





Ascona es el lugar ubicado a menor altura de Suiza, a 196 msnm, en la orilla norte del lago Maggiore y es conocida por su caso antiguo y su paseo lacustre.





En el centro encontramos la iglesia de San Pedro y San Pablo, una basílica del siglo XVI con un campanario de gran altura.






Fuera de la ciudad está el Monte de la Veritá, que sirvió de refugio a varios artistas al principio del siglo XX. Un museo nos cuenta la historia de esta colonia alternativa, pero nos entretuvimos con otras cosas y no llegamos a visitarlo.



Para los que vivimos en la parte alemana de Suiza, Ascona ofrece dos grandes atractivos: un clima mucho más benigno y una gastronomía más parecida a la mediterránea. Acercarse por allí es como cambiar de país.






Los resultados trajeron cal y arena. Uno de los museos que quería ver estaba cerrado, y otro tenía horarios tan limitados que no me convenían. Alguna iglesia estaba en obras. Pero a cambio, disfruté mucho del jardín botánico, que merece entrada aparte, y de las terrazas que se desparraman a orillas del lago Maggiore.








En junio, la ciudad acoge conciertos callejeros de jazz que abarrotan sus calles de gente y buena música. Fue una casualidad, pero los disfrutamos, mientras que en agosto se celebra el conocido festival de cine de Locarno, localidad que dista muy pocos kilómetros.




Termina la música y la fiesta, y no hay un solo papel en el suelo. Por muchos años que pase aquí nunca dejo de sorprenderme. Eso sí, tuve que compartir el desayuno con estos gorriones. La tranquilidad es tal, que ni siquiera esperan a que te levantes de la mesa para abalanzarse sobre la comida.





Un año más tarde conseguí volver y visitar ese museo al que tantas ganas tenía, pero eso será objeto de otra entrada.

martes, 3 de septiembre de 2024

Château de Vullirens I

Se autoproclaman como los jardines más espectaculares de Suiza, y la verdad es que mereciendo mucho la pena, habría agradecido una mayor variedad de tipos de flores, que por lo visto van rotando a lo largo del año y dependen del momento de la visita.








Hay nueve jardines repartidos por la propiedad, y en ellos, además de plantas, encontramos esculturas modernas de diversos materiales. Lo he visitado dos veces, y para confundiros he mezclado las fotos.





El Jardín de Doreen se encuentra en el antiguo huerto del castillo. Su estilo inicial, típico de siglo XVIII, mutó a un diseño inglés del XIX. Peonías y rosas, junto a arbustos centenarios a lo largo de los parterres son las estrellas invitadas.







En el centro hay una docena de palmeras, un fotogénico túnel cubierto de laburnos y un muro donde se solean rosas de varios colores.





Llegar desde Zug es fácil, aunque lleva su tiempo y hay que madrugar. Tren hasta Morges, pasando por Zúrich y un autobús que sale cada hora y que nos deja muy cerca de la entrada del castillo. Aquí el transporte funciona de maravilla; todo lo contrario que en la tercermundista España cuyos constantes retrasos, combinados con la falta de información, tengo muy recientes en el momento de escribir esto. Es que si no lo digo, reviento.





Los jardines tienen más de 30 hectáreas y abren de abril a octubre, pero es entre mayo y junio cuando florecen más de 50.000 flores. Las esculturas llegaron después del matrimonio del propietario con la pintora Doriana Desternay. Es una colección que ha ido creciendo hasta alcanzar más de 90 obras contemporáneas que han sido creadas por artistas suizos e internacionales.








Pensaba continuar, pero me parece que la entrada ya es suficientemente larga por la cantidad de fotos, de modo que otro día volvemos con más flores. Tendréis tres entradas por el precio de una.