Continuamos donde lo habíamos dejado.
Como os decía, sólo vimos Da Nang – una ciudad moderna que casi parece europea – y su hermosa bahía desde el coche, camino de la
ciudad imperial de Hue. El paso de Hai Van marcó un antes y un después en
nuestro viaje. Si hasta entonces habíamos evitado la lluvia, ésta nos
acompañaría fielmente durante los tres últimos días.
No hay
palabras para describir la ciudadela de Hue, que por desgracia también fue
afectada por los bombardeos norteamericanos, aunque para ser justos también hay
que mencionar que el Viet Cong la utilizó como escudo. La mayor parte de lo que
vemos en pie responde a los trabajos de reconstrucción, que aún continúan.
La pagoda
Thien Mu se alza junto al río Perfume y bien merece una visita. Un mini-crucero nos llevó a otra aldea con otro puente famoso.
Nos
esperaban dos tumbas reales muy diferentes. La primera con una decoración muy
exuberante, la segunda, que en realidad era un palacio de verano, mucho más
austera.
El
cambio entre una, de estilo europeo, y otra más vietnamita es tremendo.
La
visita a una tienda en la que fabrican las barritas de incienso me pareció prescindible,
porque no me van ese tipo de cosas, pero nos dejó esta foto, que por cierto no
es mía.
Otro
restaurante donde seguir disfrutando de la gastronomía de la zona puso punto final
al viaje, porque del último día casi mejor no hablamos. Todo había salido
perfecto hasta aquí, pero poco antes de marchar al aeropuerto nos intentaron
timar en las calles de Hue, dejándonos un mal sabor de boca.
Luego una vuelta de pesadilla, con overbooking en nuestro vuelo a Europa,
desvío a Londres cuando nuestro destino era Frankfurt, otro vuelo cancelado y
una maleta perdida. Llegué a Zúrich cinco horas más tarde habiendo dormido un
par de horas tan solo.
Vietnam Airlines se limitó a aplicar la ley, pagándonos lo que correspondía
y dejándonos tirados en todo lo demás. Tuve que buscarme la vida a base de
correr por los pasillos, ir de un mostrador a otro y pasar cuatro controles en
menos de 24 horas. Gracias a la profesionalidad del personal de Lufthansa en
Londres y Frankfurt llegué a casa, agotado, pero sin demasiado retraso, y la
maleta me fue entregada un día más tarde.
Vietnam me gustó mucho. Tanto que me estoy planteando dedicarle un blog tal
y como hice con Argentina en Ruta 40. Mientras tanto, iré publicando entradas
en el otro blog, Más extraño que la ficción.
Como nos gusta viajar despacio, nos hemos centrado en el norte y algo del
centro del país. Hemos tenido de todo, paisajes, buena comida, monumentos,
pagodas y templos; ciudades tranquilas y caóticas, paseos en barco, cuevas,
unos toques de historia y varias gotas de etnografía. Es una cultura muy
diferente a la nuestra, lo que la hace más interesante.
P.D. Os cuento en qué consiste el timo para que no os
pase. Como sabéis, en un país extranjero, las monedas no pueden cambiarse, sólo
los billetes. Pues bien, si alguien os pide cambiarlas por billetes y queréis
hacerle el favor tened mucho cuidado, ya que cuentan las monedas delante
vuestra, muy despacito, pero cuando os las entregan se quedan con alguna,
dándoos de menos. Menos mal que mi amiga se dio cuenta a tiempo.