No es casualidad que la primera entrada de este blog,
allá por el 2007, estuviese dedicada al fotógrafo Chema Madoz, un artista al
que sigo desde que descubriera sus siempre originales fotos. Así que me apunté
la exposición que está tenido lugar en el Jardín Botánico de Madrid, la única
que he visto en esta pasada Navidad. Y por si acaso se me olvidaba, una amiga,
también amante de la fotografía, me propuso ir a verla. La muestra, titulada
“La naturaleza de las cosas” consta de 62 fotografías realizadas entre 1982 y
2018.
De este modo, aprovechando el buen clima madrileño, impropio del invierno, nos plantamos allí y pagamos los seis euros que cuesta
la entrada. Mis fotos no le hacen justicia, porque el Pabellón Villanueva deja
entrar mucha luz y los reflejos estaban garantizados, pero la visita mereció la
pena a pesar de que ya conocía la mayor parte de las obras.
Dejamos la exposición, que puede visitarse hasta el 1
de marzo, y nos dimos una vuelta por el jardín, que es pequeño y que en
invierno ofrece pocos alicientes. Es una lástima que la falta de dinero
(imagino que esa es la causa) impida a Madrid tener un botánico en condiciones,
con invernaderos que soslayen el frío del invierno y el calor del verano. Ya no
es que hubiera pocas plantas interesantes, es que estaba muy descuidado, dando
una triste sensación de abandono.
Pero como nos conformamos con cualquier cosa,
estuvimos haciendo fotos a unas calabazas, a varios árboles singulares como un
cedro del Himalaya de 27 metros de altura y cien años de edad. Buscábamos los
contraluces a falta de otra cosa que llevarnos a la cámara.
Una planta de ricino dio un poco de color, y otra de
cardo aportó la textura.
Pasamos a la zona de los cactus y a un pequeño
invernadero donde hay algunas plantas carnívoras acompañadas de orquídeas, pero
todo está sujeto a constantes obras de renovación que ni avanzan ni se terminan.
Pido desde aquí que se destinen más fondos al Jardín Botánico para evitar esta
imagen tan lamentable que presenta.
El sol apareció, aunque fuese con timidez y, como
digo, la temperatura era muy agradable para esta época del año. Estábamos
prácticamente solos porque la atracción eran las luces de Navidad, que se
encenderían una vez anochecido.
Recuerdo el jardín que hay en Londres (Kew Gardens) y
no puedo dejar de preguntarme por qué no podemos tener algo parecido en un país
como España, donde el clima es más clemente. Parece que nos preocupan más otras
cosas menos importantes.