Hoy cumplo cincuenta y uno, y los primeros pensamientos que me vienen están ligados a la preocupante situación en España y a la consabida pandemia, pero me niego a hablar de política (de momento) o de enfermedades.
Prefiero en cambio, traeros unas fotos del otoño en Zug, pues ya sabéis que en estos últimos meses apenas me he movido de la ciudad en la que vivo desde hace siete años. Domingo a domingo, unas veces con sol, otras con lluvia, he asistido al cambio de color de las hojas de los árboles, y son tantas las fotos que las últimas las guardo para otra entrada que publicaré Dios sabe cuándo.
Ese cuarto de hora caminando que separa mi piso del lugar donde trabajo, da para mucho. Edificios de viviendas, colegios, casas unifamiliares con pequeños jardines y oficinas, conviven con infinidad de árboles que lucen sus mejores galas poco antes de que llegue el inverno. Las flores de los jardines se asoman a la calle para satisfacer su curiosidad y la mía.
Aquí soy feliz, pues si bien echo de menos algunas cosas, disfruto de aquellas que tengo al alcance de la mano, que no son pocas. Empezando por esta Augustiner, una cerveza muniquesa que se encuentra entre mis favoritas.