martes, 20 de mayo de 2025

Castillo de Vullierens II

Esta entrada es continuación de esta otra. Lo descubrí por Instagram y me faltó tiempo para buscar un día soleado a finales de mayo del año pasado para visitarlo; justo cuando los iris están en su mejor momento.




El castillo se encuentra muy cerca de Morges y, por lo tanto, del lago Lemán. Está considerado como un perfecto ejemplo de la arquitectura suiza de principios del siglo XVII, y se erige sobre los cimientos de un castillo-fortaleza del siglo XIII. El terreno, de 100 hectáreas, ha pertenecido a la misma familia durante 700 años. (Fuente: mywitzerland.com).






En la entrada anterior vimos fotos centradas fundamentalmente en uno de los nueve jardines que acogen alrededor de 50.000 flores entre mayo y julio de cada año. Hoy sigo con mi desorden habitual, mezclando imágenes de mis dos primeras visitas, y lo hago acercándome al interior del recinto en el Jardín de Dorianne.






Fue creado en 2006 en la terraza del palacio en honor de Dorianne Bovet, la madre del actual dueño, y su diseño geométrico acoge rosales de color rojo y amarillo.






Venir aquí un día soleado, de esos en los que todavía no aprieta el calor, es una delicia. Las flores, las esculturas, el paisaje y los bancos; todo se conjuga para transmitir belleza y sosiego.










El edificio principal está cerrado al público, y es en este jardín donde podemos acercarnos más para admirar su arquitectura.






Ya en la salida, nos espera el Jardín Secreto, un pequeño rincón lleno de paz y tranquilidad inspirado en el libro del mismo nombre el escritor Frances Hodgson Burnett.






Un arroyo discurre por el punto más bajo del jardín, no muy lejos del puente levadizo que daba acceso al castillo medieval.






Otro día volvemos con la historia del castillo, de las personas que lo embellecieron, así como con más flores y jardines.

martes, 6 de mayo de 2025

Fuggerei

En Augsburgo encontramos el que es el barrio de casas sociales más antiguo del mundo. Con sus 67 edificios y 142 viviendas, el Fuggerei es una ciudad dentro de otra. Fue fundado por Jakob Fugger en 1521 con el objetivo de alojar a católicos que se comprometieran a rezar tres veces al día a cambio de pagar un alquiler anual que en la actualidad equivaldrían a 0,88 euros.






Por aquél entonces solo había 52 edificios y para conseguir una vivienda además de la condición religiosa, había que tener más de 60 años, residir en Augsburgo y haber caído en la indigencia, reglas que han ido cambiando. Actualmente, la lista de espera es de unos cuatro años.






A lo largo de sus cinco siglos de historia, el lugar ha conocido algunas variaciones, como la construcción de una escuela en el siglo XVII, un búnker durante la Segunda Guerra Mundial, convertido ahora en museo, o, más recientemente, una tienda y una cervecería. En la actualidad es el hogar de 150 personas y recibe infinidad de turistas como nosotros; unos 200.000 al año, que disfrutan de sus calles tranquilas y de los pequeños jardines que adornan las casas.






Ocupa un espacio de 15.000 metros cuadrados muy cerca del centro de Augsburgo y está delimitado por una muralla. Las puertas se cierran a las 10 de la noche, y los que lleguen más tarde han de pagar 0,5 euros para que les dejen entrar, suma que asciende a 1 euro si ha pasado la medianoche.






Los Fúcar (Die Fugger) fueron una familia de empresarios y financieros alemanes que comerciaban con tejidos para invertir luego en minas de plata en el Tirol, especias, propiedades inmobiliarias y otros negocios de carácter internacional. Jakob Fugger (1459-1525), uno de los hombres más ricos de la historia, fue el noveno de diez hijos, y poco hacía presagiar que terminaría gobernando los negocios de la familia. Fue educado en un monasterio y nombrado canónigo, pero terminaría aprendiendo los secretos de la contabilidad en varias ciudades italianas, lo que le abrió las puertas de los negocios familiares.

Invirtió en metales nobles con grandes ganancias que le permitieron convertirse en el prestamista de Maximiliano I, financiar al Papa Julio II, participar en negocios de ultramar tras los descubrimientos de Vasco de Gama, e invertir en especias, arriesgándose a financiar expediciones alternativas a la ruta tradicional. También participó en el viaje de Fernando de Magallanes en el que la nao Victoria terminaría dando la primera vuelta al mundo, siendo banquero de Carlos V tras la muerte del emperador Maximiliano. 

Ya fallecido, y ante la ausencia de hijos, su patrimonio terminó en manos de dos sobrinos que, si bien lograron aumentarlo, terminarían por perderlo tras el hundimiento de la economía de la corona española. La familia cayó en quiebra, pasando a vivir desde principios del siglo XVII del latifundio.




Como curiosidad, en la casa nº14 hay una placa que recuerda a Franz Mozart, bisabuelo del famoso compositor, que trabajó como maestro albañil y vivió aquí desde 1681 hasta su fallecimiento cuatro años después.






Era Semana Santa, y muchos lugares estaban cerrados. No pudimos entrar a la catedral porque íbamos de paso y había una misa de tres horas que nos dinamitó los planes. Augsburgo es bonita, pero no pienso volver en una fiesta religiosa. Afortunadamente, este barrio estaba abierto y nos salvó parte de la tarde hasta que decidimos seguir camino.