Una de las páginas que visito con
asiduidad es la de 101 lugares increíbles. En ella encontré
el pasado otoño unas imágenes del monasterio de Maulbronn y en menos que canta
un gallo nos habíamos apuntado cinco amigos a la excursión.
A
Karlsruhe llegamos el viernes por la tarde, con el tiempo justo de ver el
palacio por fuera y un jardín botánico un tanto desangelado por lo avanzado de
la estación. El edificio, barroco y del siglo XVIII, es sede de un museo histórico. Tenía la
bandera a media asta, ya que los atentados de París se habían producido el día
anterior.
A la
mañana siguiente nos acercamos a Bruchsal, bajo un cielo encapotado que no
presagiaba nada bueno. Pero tuvimos la suerte de encontrar este precioso
palacio, del que os hablaré otro día, ya que sin más dilación nos vamos a
Maulbronn.
Se trata del complejo cisterciense de
la Edad Media mejor conservado de Europa, y forma parte del patrimonio de la
UNESCO desde 1993.
Está
rodeado de una alta muralla, así que entramos por esta puerta fortificada.
El
conjunto consta de varios edificios que van desde los establos hasta la casa
del abad, pasando por una herrería, una posada o un molino. La mayoría de los
edificios acogen en la actualidad restaurantes, tiendas de recuerdos o
dependencias del actual ayuntamiento.
El
monasterio fue fundado en 1147 y la iglesia está a caballo entre el románico y
el gótico; fue consagrada en 1178.
Los
fundadores del monasterio presentan la maqueta de la iglesia a la Virgen,
pintado por el maestro Ulrich a principios del siglo XV.
La iglesia tiene muchos detalles que
no conviene perderse.
Los
claustros datan del siglo XIV, al igual que muchas fortificaciones, que no
evitaron, sin embargo, que el monasterio fuese asaltado en numerosas ocasiones.
Secularizado
en 1807, el monasterio desempeña un papel preeminente en la obra de Hermann
Hesse, Bajo las ruedas. El autor, junto a otros personajes célebres como
Kepler, había sido alumno aquí después de que los monjes hubieran sido
expulsados en tiempo de la Reforma.
Muy cerca
del monasterio podemos ver este pequeño lago.
Pasamos
junto a la torre del doctor Fausto, donde se supone que éste consiguió fabricar
oro para el abad Enterfuss, en 1516.
Al
regreso, la luz del sol, que ya está cerca del horizonte, le da un toque
especial a los edificios.