Leo en El Cultural una entrevista a Silvia Querini, editora de Lumen y me quedo con dos ideas de las muchas que lanza al ruedo:
“[…] el individualismo de los años 90 se ha convertido en exhibicionismo: son muchos más los que escriben que los que leen, y lo peor, hay demasiados que escriben sin haber leído antes.”
Demoledor, ¿no os parece? Hay demasiado ego suelto, no sólo en el ámbito de los libros impresos, sino también en la Red.
A la pregunta sobre cómo han cambiado los lectores contesta:
“Arriesgan menos y compran casi siempre lo que otros ya han comprado. De ahí la polarización del mercado.”
Y más adelante, abundando en la idea:
“[…] lo que vende mucho de arranque, se mantiene en librerías y dura más que las pilas Duracell. Lo que no, muy pronto se convierte en hermoso cadáver.”
Empieza estos días la Feria del Libro de Madrid, lugar al que no acudo desde hace tres o cuatro años. Resulta que ellos quieren vender las novedades, mientras que yo busco libros de hace varias temporadas, por lo que el desencuentro está servido.
En efecto, soy de los que no arriesgan. Miro mucho lo que me compro, y suelo reincidir en mis autores favoritos, no tanto por el precio – una edición de bolsillo ronda los diez euros – como por la pérdida de tiempo que supone sumergirse en un libro mal escrito.
Editores y libreros deberían ser más selectivos con lo que publican y venden. Quizás entonces volveríamos a comprar con desparpajo, seguros de la calidad del producto.
