Esta Semana Santa nos hemos acercado por el norte de la Península, por la región asturiana de Los Oscos, en el extremo más occidental de esta comunidad autónoma. Estábamos tan cerca de Galicia que no descarto que he haya colado alguna foto de Lugo, porque las fronteras son más que imprecisas.
Aislados hasta hace relativamente pocos años, aquí reina la tranquilidad más absoluta, porque como nos dijeron los dueños de la casa rural, no reciben un turismo de masas. Ellos han cambiado hace ya once años cantidad por calidad.
Es un buen lugar desde el que hacer diversas excursiones, bien en coche, bien caminando por estos montes llenos de árboles, riachuelos y senderos. El tiempo estuvo regular, con más nubes que sol, pero al menos respetó nuestro gusto por la fotografía.
Condujimos a través de inmensos bosques de bosques de robles y hayas, bajo un dosel de hojas nuevas recién lavadas por la lluvia. Cada recodo, cada curva deparaba una sorpresa.
Las vacas descansaban en las colinas cubiertas de pastos.
Aprovechamos para visitar un mazo, una herrería que lleva en pie más de trescientos años, donde nos hicieron una demostración bien realista.
Nos perdimos a propósito por un laberinto de carreteras secundarias sin señalizar.
Y nos divertimos probando diferentes velocidades en este río.
Esta es sólo una pequeña muestra, pero espero traeros más fotos y contaros más cosas porque guardo muy buen recuerdo de estos cuatro días.