Doctora en psicología por la Universidad de Columbia, y con Steven Pinker como mentor, se interesó por el papel que el azar desempeña en nuestras vidas, preguntándose cuánto podemos controlarlo.
[…] llevo muchos años esforzándome por establecer un equilibrio entre la suerte y el control de la vida que llevamos, de las decisiones que tomamos.
[…] como muchas otras personas antes que yo, quise saber qué parte de mi vida había sido responsabilidad mía y qué parte había sido tan solo pura suerte.
[…] Puedes mostrarle a la gente todas las gráficas que quieras, pero no lograrás cambiar su percepción del riesgo o influir en su toma de decisiones.
Esto último lo conozco bien, pues llevo años defendiendo a los tiburones sin que haya cambiado la percepción de (casi) nadie. Es solo un ejemplo, pero nos muestra cómo de arraigados tenemos los humanos los prejuicios…
Para responder a sus propias preguntas, la autora eligió el póker, un juego completamente desconocido para ella, pero que la encumbró hasta convertirla en campeona internacional gracias, entre otras cosas, a los consejos de Erik Seidel, un jugador profesional. El popular juego de cartas nos revela mucho del comportamiento humano y esa es la parte del libro – la primera mitad – la que más me interesó.
[…] la suerte es un amigo o un enemigo a corto plazo. La habilidad brilla en el horizonte a lo largo del tiempo.
[…] Cuando las cosas van mal otras personas creen que se trata de la injusticia que siempre les rodea. […] Lo toman como algo personal, no saben cómo perder, cómo aprender a partir de la derrota. No dan un paso atrás para analizar sus propias decisiones, su propio juego, para saber dónde lo hicieron mal.
¡Cuánta gente le echa la culpa al empedrado sin reconocer sus propias limitaciones, sus propios errores!
Supongo que adentrarte en las primeras páginas, recorrerlas capítulo a capítulo, y ver tus propias ideas expuestas de una forma amena e inteligente influye mucho en mi percepción del libro. No en vano, a todos nos gusta que nos reafirmen en nuestras opiniones.
Es un libro para los que pensamos que hay que jugar con las cartas que nos han tocado sin poder elegirlas, pero de una forma activa, tomando decisiones y responsabilizándonos de nuestros errores. Claro que la suerte de la mano importa, pero lo que de verdad cambia el panorama es cómo decidimos jugarla.
[…] El modo en el que pensamos sobre la suerte tiene consecuencias reales sobre nuestro bienestar emocional, sobre nuestras decisiones y sobre la forma en que de manera implícita, vemos el mundo y el papel que desempeñamos en él.
[…] Como la vida es como es, la suerte siempre formará parte de todo lo que hagamos o emprendamos. Las habilidades pueden abrir nuevos horizontes, nuevas posibilidades, pueden permitirnos ver la oportunidad que otros menos hábiles que nosotros, menos observadores, menos aplicados, se pierden, pero si el azar va en nuestra contra, solo podemos mitigar los daños.
Ya para terminar, porque podría extenderme aún más, es un libro que nos enseña que no somos criaturas racionales y que nada hay tan enquistado como una idea.
[…] En 2018, Kaitlin Wooley y Jane Risen demostraron que las personas suelen evitar de manera activa la información que podría ayudarles a tomar una decisión más razonada cuando su intuición, o sus preferencias internas, ya habían elegido.
En fin, que lo he disfrutado mucho.
4 comentarios:
Toca un tema muy interesante, que tú y yo hemos discutido muchas veces sin ponernos de acuerdo.
Hola, Javier
En muchas ocasiones nos es más sencillo echar la culpa a las "circunstancias" que a nuestras propias decisiones.
Un abrazo.
Farol ha sido en muchos casos, venir al mundo a avivar y en demasiados casos remover con ingratitud las vicisitudes de esta vida, en este mundo tan variante y variable en el que vivimos, lo que para unos puede ser mejorar o cuando menos tratar de hacerlo, para otros es un despropósito, un des-vivir que no lleva a ninguna parte.
Senior Citizen, no trata solo de la suerte, ese tema que nos separa, sino también de la imposibilidad de erradicar ideas preconcebidas por muchos datos y evidencias que se presenten. Por eso he renunciado a predicar en mi tierra. Si los españoles dejan de luchar y esforzarse y prefieren asumir el papel de víctimas, siendo más y más pobres, todavía quedan muchos lugares en el mundo en los que sembrar esperanza. España, con su mentalidad retrógrada, me queda muy, pero que muy lejos y concentro mi ayuda en otros sitios donde sí valoran esfuerzo y la superación. No está garantizado que salgan del pozo, pero al menos lo intentan.
Lola, a casi nadie le gusta reconocer que la culpa es de uno mismo. Como dices, es más fácil echarle la culpa al empedrado, y más aún asumir un papel de falsa víctima que da muchos réditos en España. Me da mucha pena, pero el mundo es muy grande.
Un jubilado, precisamente porque el mundo es más cambiante que nunca debemos adaptarnos. El esfuerzo no te garantiza que puedas cambiar las cartas que te repartió la suerte, pero sí te puede hacer jugar mejor. Eso sí, sin pisar a los de al lado, claro está. A veces siento que en España le echamos la culpa a los otros y aspiramos tan solo a que el Gobierno nos dé una paguita que resuelva nuestros problemas, peo sin madrugar, sin buscar trabajo, sin formarnos, etc.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
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