miércoles, 28 de mayo de 2008

Morir de éxito

Me vais a permitir que os cuente hoy una historia personal. Lo hago porque creo que es sintomática de la sociedad española actual.

Hace algunas semanas conseguí mesa en El Paraguas, ese ansiado restaurante al que seguía la pista desde hacía meses. Varios compañeros de trabajo me habían alabado la calidad de la comida, haciendo que mi interés creciera aún más, porque si bien hay multitud de restaurantes en Madrid, siempre gusta probar lo nuevo, sobre todo cuando viene avalado por las buenas críticas.

Tremenda decepción. La cocina es excelente, que quede claro, que se come de maravilla, pero entre el maître y los camareros se encargaron de estropearnos la cena, que además, era de trabajo. Dudo que sepan en la cocina lo que sucede en la sala.

Por lo visto, llenar todas las noches te da carta blanca para tratar mal a los clientes, algo que subyace en la cultura española de vivir al día y de no preocuparse por el futuro. No son sólo los restaurantes, y no se maltrata únicamente a los turistas. Antes bien, es algo que tenemos enquistado bajo la piel, que sufrimos a diario y que me molesta profundamente.

Os prometo que busqué cámaras ocultas, y que ya me veía saliendo en televisión, en alguno de esos programas de bromas que tan poco me gustan. Habíamos pedido unos aperitivos, una copa de vino blanco y unas manzanillas. Al comenzar la cena, éramos cinco comensales y teníamos seis copas de agua, porque en su atolondramiento habían rellenado con agua la copa de vino blanco. Algo que puede pasarle a cualquiera, hasta aquí nada que objetar.

¿Qué haríais vosotros? Porque a lo mejor resulta que el raro soy yo. Pediríais que se la llevaran, supongo. La respuesta de la camarera, en un tono neutro desprovisto de la menor emoción, fue – palabras textuales – que la retiraría cuando la señora se la hubiese bebido. Pero esto fue sólo el principio de una larga noche llena de despropósitos, de platos descolocados y de postres equivocados, todo ello aderezado con bastante mala educación. No exagero, más bien le estoy quitando hierro a mi indignación, y tampoco quiero aburriros con los detalles.

Habrá quien valore más ser visto que comer bien o pasar un rato agradable, pero os aseguro que no es mi caso. Por lo que a mí respecta, estoy harto de hacer la vista gorda y dejar que los incompetentes espabilados se salgan con la suya.

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El otro día fui a comprar un libro de fotografía, bastante caro, para un regalo. Visité cuatro grandes librerías y todos los ejemplares estaban dañados. ¿Tan difícil es poner uno para que los clientes lo vean y proteger el resto?

Cuando hice saber a los dependientes que no regalaría un libro dañado, se encogieron de hombros y me miraron como a un bicho raro.

Una prueba más de que les da lo mismo. Luego diremos que hay crisis y que ya no se vende.

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Llevo varios días buscando una guía Michelin para mis vacaciones. He visitado once grandes librerías, varias de ellas especializadas en viajes y ninguna la tiene. Menos mal que estamos en época de vacaciones. Seguramente repondrán el stock en octubre y se quejarán de que no venden.

Pienso que estamos rodeados de gente apática sin el más mínimo sentido de la responsabilidad. O quizás yo soy demasiado exigente.

jueves, 22 de mayo de 2008

Fotografía I

Algunos de vosotros me habéis preguntado qué cámara utilizo, mientras que otros me habéis pedido consejo porque queríais comprar una. Como me conozco y sé que me será imposible resumirlo todo en una única entrada, lo más seguro es que acabe por hacerlo en varias, pero no de forma consecutiva.

Vaya por delante que son mis opiniones y no máximas que haya que tomar al pie de la letra. Quiero compartir con vosotros lo que me ha servido a mí, por si os viene bien, pero no me considero ningún experto, ni mucho menos. Sólo soy un aficionado más, al que le gusta hacer fotos, y que intenta aprender de sus errores. Aquí vais a poder ver algunas de mis muchas fotos malas. Y ya me duele, no creáis.

La experiencia es una llama que enseña quemando, pero es preferible que se queme otro.

Con esto quiero ilustrar mi primer consejo: Fijaos en las fotos de los demás. Se puede aprender mucho de las personas que saben más que nosotros, pero hay que preguntarse por qué unas fotos nos gustan más que otras, ver muchas, y probar luego nosotros. Internet pone a nuestro alcance un número infinito de posibilidades.


Esta foto es de Catherine Becker. Algún día os hablaré de ella.

Con las cámaras digitales de hoy en día, las quemaduras no duelen tanto como cuando había que revelar los negativos, porque podemos hacer todas las fotos que deseemos sin que apenas nos cueste nada. Hay que intentar cosas nuevas, tenemos que cambiar los ajustes automáticos, debemos experimentar sin miedo a equivocarnos y preguntarnos después qué ha fallado.

La cámara importa, pero no creo que sea determinante para lograr una buena foto. La persona que hay detrás, su creatividad, el momento, la mirada, el tema, el encuadre, la luz y la técnica, sí son fundamentales.

Una buena cámara corregirá algunos de tus errores, pero no hará nunca buenas fotos por sí misma. Puede sacarte de un apuro si, por ejemplo, las condiciones de luz no son las idóneas, pero lo que cuenta al final es tu ojo, tu cerebro y el cuidado que pongas al tomar la foto.

Como con todo, si se hace con cariño, queda mejor. Ese es mi segundo consejo. Tómate tu tiempo. Piensa en qué quieres que salga y qué quieres evitar. Estas dos fotos están sacadas con escasos minutos de diferencia. En la segunda me he acercado un poco, de forma que la grúa queda escondida detrás de la Puerta de Brandeburgo. Están sin retocar.




El encuadre y los elementos de la imagen los eliges tú. En este caso no me gustan ninguna de las dos, las hice por el reto que representaba esconder la grúa.

La luz. A mi juicio, la luz es lo más importante de una fotografía. Vemos las cosas, y podemos fotografiarlas, porque reflejan luz. Hay objetos oscuros que reflejan poca y otros más claros que reflejan mucha. Pues bien, cuanto más equilibrada esté la luz de la composición, mejor saldrá la foto.


El principal problema de la foto de arriba – hay muchos – es que tiene zonas muy claras junto a otras muy oscuras. La cámara en modo automático, y por sí sola es incapaz de decidir, y la foto sale mal.

La solución sería cambiar el encuadre, eliminando lo que no nos interesa, en este caso los árboles de la derecha, que son demasiado oscuros y no aportan nada. Es decir, homogeneizar la luz que recibe la cámara.

Como no puedo volver a tomar esta foto, la he recortado y la he retocado un poco para simular el efecto. Sigue sin estar bien, pero ilustra lo que quiero decir.



Al fotografiar calles es muy común que la parte de abajo quede muy oscura y la de arriba muy clara. La solución, una vez más, consiste en elegir con qué nos queremos quedar. En la foto de abajo opté por eliminar el cielo del encuadre.


Si queremos sacar ambas cosas hay que elegir qué nos importa más, tomando una luz intermedia. Aquí decidí que me interesaban más los edificios y un cielo azul que el suelo.


Para terminar, vuestra propia sombra es un estupendo aliado que os ayudará a equilibrar la luz. Cuanto más a vuestra espalda esté el sol, mejor saldrá la foto. Debéis hacer, si es posible, la foto en la misma dirección de vuestra sombra.

En la foto de abajo es sol estaba a mi espalda. Independientemente de que sea más o menos bonita, la luz está equilibrada.


En esta otra, el sol estaba a la derecha y por eso el cielo sale blanco por ese lado en vez de azul. Es porque al objetivo le llega luz directa además de la reflejada.


Cuando tengáis el sol a un lado (o demasiado arriba) es mejor poner la mano como parasol. Es evidente que en ésta no lo hice. En cambio, en la de abajo busqué un lugar con sombra desde el que hacerla. De este modo, aunque el sol estaba a mi derecha (fijaos en la sombra del hombre) a mi objetivo sólo le entraba luz reflejada desde el frente. El resultado, una foto mucho más equilibrada.


Resumiendo mi tercer consejo, es importante que la luz que llega al objetivo sea toda reflejada y no directa del sol. Poned el sol a vuestra espalda, buscad un sitio que esté en sombra o tapad el objetivo con la mano. Observaréis que vuestras fotos mejoran.

Esta entrada es ya más larga de lo que quisiera, así que otro día os hablo de mis cámaras y subo mejores fotos. Espero que la entrada le sirva a alguien; yo me voy a Asturias a tomar unas sidras a vuestra salud.

sábado, 17 de mayo de 2008

Elegy

Tengo que reconocer que Philip Roth era un completo desconocido para mí hasta que leí la entrevista a Isabel Coixet en el Fuera de Serie. Me llamó la atención la última película de ésta, Elegy, basada en el libro The Dying Animal, y al parecer no he sido el único interesado, porque paso a menudo por la Casa del Libro y he podido ver cómo sus obras iban desapareciendo de las estanterías, de una en una al principio, y de tres en tres este fin de semana pasado.

La verdad es que después de aburrirme con La vida secreta de las palabras, no me quedaban muchas ganas de seguir experimentado, pero lo cierto es que la película en sí estaba bien hecha. Decidí darle otra oportunidad, y he visto Elegy.


La belleza está en los ojos de quien la mira.

No quiero desvelar nada, sólo diré que me encantó de principio a fin. La trama nos tiene reservada alguna sorpresa que, yo al menos, no supe prever, pero es que la música está muy bien y la fotografía es espléndida. Fijaos en cómo están iluminados los protagonistas en todas las escenas, a pesar de la oscuridad que los envuelve a veces.

Se agradece ver una película tan cuidada, porque el cine no vive sólo historias; a mí me parece que el cómo te lo cuentan es aún más importante, y en eso la Coixet es toda una experta.

La actuación de
Ben Kingsley es excelente, cosa que no me sorprende después de haberle visto en Gandhi – algún día habrá que hablar de él – La lista de Schindler, y Casa de arena y niebla. Penélope Cruz, que mejora conforme avanza la película le sigue de cerca. Ya demostró lo que valía en Volver.

De la entrevista con la directora me quedo con algunas de sus palabras para con el cine español, que me parecen muy valientes y muy acertadas.

“Mis películas siempre han sido rentables por ahora. Pero en España hay directores que hacen cine que nadie va a ver y siguen trabajando y rodando a base de subvenciones y yo creo que eso no es sano. Mis películas siempre se han hecho con financiación privada, yo nunca he dependido del Estado ni de los impuestos de los demás y creo que así es como debe ser. Las subvenciones han de estar como mucho para una primera o segunda película, luego hay que buscarse la vida porque el dinero público no puede estar a disposición de los cineastas.”